Me despierto en la mañana, para contigo poder estar,
y disfrutarte en mi mente por el resto del dia...
Que vida, la mia...
Aun no se tus intenciones y ya eres dueño de mi,
y me paso todo el dia imaginando tu risa...
Que vida, la mia...
No sé que hacer, para ser el aire que va a tu alrededor,
y acaricia tu piel...
Solo quiero conversar, solo quiero conocerte, dame un poco de tu tiempo para convencerte, Yo solo quiero ser tu amigo, y me muero por salir contigo, dame una señal, solo dame una mirada, si estas a mi lado, a mi no me importa nada, ya quiero estar entre tus brazos, y me muero por probar tus labios, rojos, llenos de ti... Solo dime que si...
Me desvelo en las noches para pensar en ti,
y si duermo solo sueño con tener tus caricias,
Que vida, la mia...
Tengo todo este amor y solo es para ti,
y yo solo me conformo con mirarte otro dia,
Que vida, la mia...
No se que hacer para ser el aire que va a tu alrededor,
y acaricia tu piel...
Solo quiero conversar, solo quiero conocerte, dame un poco de tu tiempo para convencerte, Yo solo quiero ser tu amigo, y me muero por salir contigo, dame una señal, solo dame una mirada, si estas a mi lado, a mi no me importa nada, ya quiero estar entre tus brazos, y me muero por probar tus labios, rojos, llenos de ti...
Solo dime que si...
Ayy! Como adoro a esta pareja de.. amigos! Italia y Alemania! O también conocidos como Feliciano y Ludwig!
¿Quién no ha soñado con salir con uno de sus amigos? Admitanlo...
Aquí les dejo un bonito video con varias parejas ^0^ Y una canción tan cierta...!
Queridos lectores:
(Si es que alguien siquiera me lee...)
En esta publicación me dedicaré a divagar un poco. Luego colocaré el segundo capitulo de mi gran historia del momento. Estoy enamorada de mis nuevos personajes, siempre sucede lo mismo, pero esto es más profundo. Ocurre casi igual que con mi novela: El extraño. La única diferencia es que en esa novela los personajes fueron solo dos personas de la vida. Mas bien la protagonista era una simple muchacha y el extraño un joven atrapante. En esta nueva historia, para la cual tengo principio, nudo y final, los personajes tienen vida, presente, futuro y pasado, y problemas crudos que afrontar. Son dos los que me importan, los principales. A uno ya lo conocen, es mi nueva creación, una muchacha de apariencia fragil, cuerpo debil, pero que a pesar de todo sigue con vida. Adoro a esta chica, espero poder compartir con todos ustedes esta adoración. Intentaré escribir una novela en la que todos conozcan y se encariñen con Mirella. Y mi segundo personaje, de sexo masculino, continua con esas auras misteriosas que me encanta dar.. Lo sé, lo siento, pero no puedo evitarlo,, es molesto que el personaje masculino sea extraño y no muy demostrativo... Pero igualmente Eliseo es un amor! Ups, creo que no debí mencionar el nombre... Igual no aparece hasta luego de unos capitulos mas, y va a ser dificil reconocerlo... Lo genial, para mi, es que voy a colocar palabras en italiano! Estudiar el idioma me va a servir despues de todo... Ya que Mirella es de origen italiano... No creo que les importe mucho. La pobre chica esta un poco trastornada debido a el abandono que sufrió en ese pobre hospital... Aún no se sabe si es posible que siga con vida, o si su cuerpo puede llegar a mejorar. La falta de la visión es algo que ella supo aceptar y su médico no quiere perder el tiempo en algo que no tiene arreglo a no ser que alguien gaste una fortuna en la pobre chica... Me da pena haberla hecho ciega, privarla de un sentido tan esencial. Sin embargo creo que así es más dura su situación y afrontarla la llevara a descubrirse a si misma. Porque Mirella vive preguntandose: ¿Cómo amar lo que no puedes ver? ¿Cómo disfrutar de lo que no puedes ver? Son cosas que va a aprender con el tiempo, y espero plasmarlas con la escritura de una manera que sea del agrado de todos. En verdad gracias por leer esto! A continuación no me demoro mas y coloco el capitulo segundo. La joven chica tiene sus complejos... pero igual la quiero! Sepan aceptarla, por favor.
Cap. 2:
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Mis extremidades cosquillean, todo mi cuerpo se estremece. Puedo sentir aún el rastro de sus caricias. Sé que sólo fue un sueño, no hay lugar para falsas esperanzas. Aún así mi cuerpo siente una paz incomparable. Es la fuerza del amor, aquel cariño fraternal que nunca recibí, una atracción irrefutable hacia ese ser identico a mi. Pude disfrutar del roce de su mano a pesar de ser un sueño, creo que hasta le oí susurrar palabras que nunca antes habían sido dirigidas hacia mi persona. Su dulce voz, sus melosos mimos, me obligaron a susurrar su nombre aún dormida. Aunque estaba conciente que de mis labios brotaba aquella palabra a borbotones, como si de miel se tratara: Melito…
Es dificil: diferenciar la realidad de la fantasía. Soñar con mi hermano no es banal, pero soñar con un mundo que no conozco, imaginarlo es muy distinto a presenciarlo en sueños. He oído historias, descripciones, las palabras sobran para experimentar ese mundo al cual nunca podré adaptarme. Sin embargo desperté sudando y no pude volver a dormir, luego de ese sueño en especial.
-¡Mirella!-chilló la enfermera, su espeluznante grito atravezó mis timpanos, mi cuerpo se convulsionó al oír tan espantoso nombre.
¿Tanto problema por no encontrarme descansando? Sentí el tibio calor del sol acariciar mi piel, como un amante fortuito y no pude evitar acercarme a la ventana. Obviamente caí de la camilla y con mis pocas fuerzas me arrastré hasta la silla que descansaba a un lado de la ventana. Me lastimé las manos en un vano intento de abrir aquellos cristales que me separaban del exterior. Acabé desparramada en la silla ahogando sollozos de angustia. Mi fuerza de voluntad no era suficiente con aquel debil cuerpo, ni siquiera para cumplir aquel vago deseo.
-Imposible, el aire contiene bacterias y ya has intentado tirarte-protestó la mujer sosteniendome con fuerza de un brazo.
No era la mano de mi hermano, no era suave y delicada con una mezcla de masculinidad perfecta. Grité sin darme cuenta, fue una imitación del suyo, nomas que este desgarró mi corazón. No entendía por qué mi cuerpo, sin permiso, reaccionaba de aquella manera. Los pasos del médico se oyeron en la lejanía. Tan temprano y ya tenía que arreglarselas conmigo, en verdad no sentía mucha compasión por aquel hombre al cual no le importaba…
Mi brazo fue conciente de la intrusa, aquella aguja a la cual cuerpo y alma odiabamos. Nos hacía alucinar, nos provocaba cansancio innecesario y las imágenes de mi cabeza tomaban rienda suelta para atormentarme. Aún no me acostumbraba a aquella droga que me inyectaban, no quería acostumbrarme. Ojalá me matara rapidamente, pero ni siquiera eso podía hacerme…
-Lamento lo ocurrido, creo que será mejor que venga otro día a hacer la visita…
Está vez los efectos no fueron violentos, no sufrí demasiado como de costumbre. En mi mente soñé que quien me visitaba era mi hermano y por un momento creí experimentar la felicidad. Mi cuerpo flácido se dejó vencer por el líquido que surcaba mis venas y terminé durmiendo plácidamente, recuperando las horas de sueño que había perdido antes, cuando mi mente era conciente, mi alma estaba pendiente, mi corazón sangraba por la carencia de todo y nada…
Si yo tuviera una vida, la valoraría. Si yo tuviera una vida no me inyectaría por la necesidad de sentirme viva... Yo no tengo nada, y aún así las agujas atraviesan mi piel... No logro sentirme viva despues de todo...
Puede ser que inlcuso alguien como yo pueda llegar a considerar a la vida algo valioso. Un pequeño hilo de esperanza me hace creer que eso tan lejos de mi alcance es posible de obtener. Simplemente todo sería más llevadero si esa fina cuerda no se amarrara con demasiada fuerza sobre mi frágil corazón.
Desde que nací mi cuerpo demostró todos los sintomas posibles para que mi vida no pudiese tomar el camino normal. En el vientre de mi madre fui feliz, conocí el cariño de una mamá y un hermano. Mi llegada al mundo no fue muy bienvenida después de todo…
Mellizos. Podía oír claramente el grito del médico, los sollozos de mi hermano y la risa de mi madre. Parecía que la felicidad había llegado con aquel par de recien nacidos. Jamás me cansaría de oír aquellos sonidos tan familiares. Sólo con presionar el botón de reproducir podía volver en el tiempo, oír aquel mágico momento, pero no verlo…
-Melito y Mirella, los hijos de Marisol…-susurró una voz en el video.
En ese momento, en el que sonaba la voz de aquella persona,de aquel hombre, mis mejillas se humedecían y la enfermera detenía la reproducción. El único recuerdo que tenía de aquella familia era aquel viejo video que veía todos los días simplemente para llorar.
Una madre y un hermano que se olvidaron de mi con facilidad, un padre que falleció, aquellos seres que debían compartir una vida conmigo me habían abandonado. Y aún continuaba allí, respirando, sobre aquella camilla, oyendo aquellas voces en el televisor, soñando con personas sin rostros.
El médico me había prohibido estrictamente verlo, porque decía que bajaba mis defensas, me deprimía. Sin embargo aquella enfermera era mi confidente, una gran amiga, que nunca llegaría a ver. La muchacha de manos suaves y risa silenciosa era la única que no me dejaba. Entendía perfectamente que lo hacía porque era su trabajo. Mas me gustaba engañarme pensando que le interesaba…
Era inevitable, todos mis pensamientos eran deprimentes, mis defensas jamas subirían, mi cuerpo no se esforzaba por cooperar, y yo ya me había rendido. No podía matarme, me hacía falta el valor suficiente, pero podía torturarme mentalmente hasta no poder soportarlo por mas tiempo. Sin familia, sin fuerzas, sin visión, mi vida no tenía sentido…
Un alma sin retorno aparente, un cuerpo sin oportunidades, yo no había escogido aquello. Ni siquiera había elegido aquel horroroso nombre que me recordaba la ausencia de todo. Mirella, la chica que no ve, la chica sin familia, la chica sin futuro. Así debería conocerme todo el mundo. Mi corazón pide a gritos que alguien se digne a ayudarme,que alguien me rescate de esta profunda oscuridad…
Me acostumbre a odiar lo que no puedo ver... Es más sencillo odiar a la vida que sufrirla.
¿Qué es lo que esperas de alguien como yo?
Les daré varios motivos por los cuales jamás deben hablar con extraños cuando son pequeños, no importa que éste desconocido sea de la misma edad que ustedes, ignórenlo. Es una pena que Hermione no hubiese oído mis consejos, se habría ahorrado muchos problemas. Les contaré la historia, donde se encuentran todas las razones que uno siempre preferiría evitar.
Víspera de navidad. Todos están reunidos en la mesa, a punto de comenzar a cenar. Hermione intenta convencer a su primita para que vaya con ella a comer. Pero la niña quiere esperar a papá Noel, sentada junto a la chimenea. Intentó sobornarla, arrastrarla, hasta amenazarla. La poca paciencia que tenía con los niños se estaba extinguiendo como la llama de una vela.
Ya lo había decidido. Pensaba dejar a la pequeña allí y darse por vencida. Ella no servía para tratar con chiquillos. Se estaba por marchar a cenar, cuando la niña comenzó a saltar como loca. Brincaba al tiempo que señalaba insistentemente la chimenea. La castaña no comprendió qué sucedía ante los ojos de su primita hasta que pudo notar como de las llamas, ahora verdes, aparecía una figura esbelta y vestida de negro. Detrás de esta mujer bellísima, un joven bastante familiar, la abrazó y observó con asco el sitio.
-Vicky ve con mamá, tengo que arreglar unos asuntos con la familia Noel-ordenó a su primita que se marchó observando con ojos bien abiertos a la pareja.
Ahora que se detenía a mirar a los recién llegados parecían estar preocupados. La mujer rubia, a la que Malfoy abrazaba con tanto fervor tenía un ojo morado y un labio partido, pero igual se mantenía firmemente en pie, altiva. En cambio, el rubio tenía todo el traje arañado, algunos cabellos chamuscados y parecía haber salido de un incendio o una explosión. Y a pesar de estar hechos un desastre seguían erguidos allí de pie a ella, observando con una mezcla de asombro, curiosidad y desagrado todo el ambiente.
Se vio tentada a ocultarlos en un armario o en su habitación para que sus padres no los descubrieran allí cuando la pequeña Victoria contase lo que había visto. No tardaría mucho en aparecer toda la familia allí. Debía solucionar aquel problema en seguida, pero no podía sacar a patadas a los Malfoy. Ni siquiera comprendía el por qué habían aparecido.
-Creo…-intentó llamar la atención de madre e hijo y fue algo satisfactorio, se quedó helada bajo el par de miradas plateadas, incomodada y sin palabras.
-Granger…-comenzó el rubio pero no pudo continuar, se pasó una mano por el rostro, algo abatido.
-¿Se encuentran bien?-se atrevió a preguntar y la madre le obsequió una sonrisa.
Aquella situación no estaba para aquellos gestos. La pena y la tristeza se arremolinaban en aquellos perfectos labios que se curvaban para ella. Debía sentir lástima, pero lo único que deseaba era tenerlos lejos. Con el tiempo había aprendido a resguardarse de los Malfoy. No deseaba tener problemas en noche buena.
-Necesitamos tu ayuda, querida-explicó con la desgracia impregnada en su voz.
Hermione comprendía que no deseaban estar ahí, que de ser por ellos le pedirían ayuda a cualquier otra persona menos a una sangre sucia como ella. Pero por arte de magia estaban allí, pidiéndole ayuda a ella. Estaba tan tentada a hacerlos marcharse, a no dejar el brazo torcer por aquellos dos. Sin embargo ella no podía ser fría como ellos, no podía dejarles en tales condiciones y no ayudarles. Era tan humana que sufriría remordimiento de conciencia por el resto de su vida. Terminaría odiándose igual por haberlos ayudado…
-Lo prometiste, Granger…-gruñó Malfoy con voz ronca.
Entonces se dio cuenta de que el rubio no abrazaba protectoramente a su madre, sino que intentaba mantenerse en pie. Mientras que la mujer estaba tan tensa como una estatua tratando de soportar el peso de su hijo. La pierna de Malfoy estaba hecha un espanto, llena de sangre y con profundos cortes. Necesitaba atención urgentemente, ir a un hospital en seguida.
-Pero ¿Qué diantres sucedió?-soltó molesta por la situación que le tocaba enfrentar.
Se acercó al rubio y le hizo un gesto a su madre para que la ayudara. Con cuidado ambas mujeres lo depositaron en un sofá. Ni siquiera se acercó a la herida, no tuvo tiempo. Tenía tantos hechizos en mente para curarle, y tantas preguntas que hacerles. Pero nada fue posible. Fue cuestión de un minuto para que toda su familia estuviera allí observando la situación sin comprender nada.
Por suerte no hicieron preguntas. Su tía, era médica, y para alivio de todos llevaba siempre consigo su maletín. Mi madre corrió escaleras arriba para regresar con un par de toallas y prendas para los recién llegados. No preguntó si los conocía, simplemente se lamentó de no haber acudido cuanto antes. Guió a la señora Malfoy hacia nuestro baño y le indicó cual era el agua caliente y cual la fría. La castaña simplemente observaba con ojos enormes la amabilidad de su familia con aquellas dos personas que, una vez que estuvieran en condiciones, les querrían ver muertos a todos…
Malfoy la observó toda la noche. La castaña había estado jugando con su comida durante la cena ya que no tenía mucha hambre. Hasta se dedicó a mover la frutilla de su porción de pastel de un lado a otro, sin nada de apetito. Sus padres creyeron que eran amigos suyos, que el rubio era uno de sus amigos del colegio. Ya que se habían aparecido por la chimenea… Luego de haber ayudado al par de rubios, sus familiares los acapararon presentándose y deseando felices fiestas mientras que Hermione discutía con sus padres sobre la situación, en un cuarto contiguo. Estaba simplemente molesta.
Dejó de mirar su postre para enfrentar al hurón pero este ya no le miraba, sino que conversaba con su primo, quien era unos años mayor. No podía creer lo bien que se manejara con su familia, ni siquiera tenía problemas en hablar sobre situaciones muggles, objetos, y demás cosas que él despreciaba. Era absurdo, todo aquello era incomprensible. No podía estar pasando la navidad con Malfoy y su madre. Lo que más deseaba era despertar de aquella pesadilla.
Cuando todos finalizaron de cenar y conversar se dirigieron hacia la sala de estar. Un enorme piano de cola les esperaba ansioso para la hora de villancicos. Hermione no quería cantar en frente del rubio, no deseaba compartir aquellos momentos con tan repugnante compañía. Pero no pudo evitar dejarse llevar. A pesar de los últimos invitados el aire seguía vivo y lleno de alegría. Todos cantaron al compás de las melodías que tocaba su tío. No hubo nadie que se quedara sentado sin cantar o sonreír. Todo fue maravilloso, a pesar de la incomodidad que sentía.
-Mamá ya venimos-aseguró tomando del brazo al rubio y corriendo hacia la puerta trasera, fuera donde la nieve los recibiría con sus congelados brazos abiertos.
Por suerte fue precavida. Había tomado un par de abrigos y al salir le tendió uno al rubio que tiritaba. Sonrió gustosa al verle tan vulnerable y se sopló las manos para mantenerlas en calor. Lo único que deseaba en aquel momento eran algunas respuestas. Luego volverían a dentro y seguirían disfrutando del momento. Le miró de reojo y se quedó embobada, pensando en los motivos que tendría el rubio para estar allí.
-¿Qué quieres, Granger?-consultó apretujándose en el abrigo que le quedaba unas tallas grandes.
No pudo evitar soltar una risa nerviosa. Draco Malfoy vestido con ropa muggle y conversando con ella minutos antes de navidad. Realmente irónico. Le revolvió el cabello, fue un acto involuntario, estaba peinado muy perfecto. Le dedicó una sonrisa y pateó un montoncito de nieve.
-Sólo una explicación, Malfoy-le exigió mirando la nieve, blanca como la tez de su acompañante. -¿Qué ha sucedido? ¿Por qué a mí?
El muchacho se arregló el cabello, algo molesto. La fulminó con la mirada pero luego se suavizó. Aquello inquietó a la chica. Flexionó sus rodillas y se quedó de cuclillas acariciando la nieve. Aquella imagen de Malfoy no entraba en su cabeza. Recién se fijaba en las largas piernas que poseía el chico o en sus grandes manos. Sacudió la cabeza y aguardó a que le contestará, desviando la mirada de su figura.
-¿No recuerdas nuestro primer encuentro?-elevó la vista para sonreírle, parecía algo avergonzado. – Me encontraste en mi peor momento, te exigí aquella tonta promesa… Te humillé el resto de los años… Y ahora vengo a cobrarme aquellas palabras que nos dirigimos… ¿Piensas dejarme en la calle, Hermione?
Se alejó, retrocedió espantada. Él la estaba utilizando, para su beneficio. Aquel nombre había salido de sus labios para ablandarla. Mientras iba marcha atrás, huyendo de la figura del rubio, tropezó y cayó en la nieve. El frío la hizo entrar en razón, recordar. ¿Cómo olvidar la primera vez que le dirigió la palabra, que le hizo una promesa a alguien, a esa persona que le tendía la mano? Quiso negarse, pero terminó aceptando la ayuda. Se puso de pie y se oyeron las campanadas.
-Lo tengo que pensar, Malfoy-le contestó insegura antes de comenzar a correr en dirección a la casa, dejándole atrás, solo en la nieve.
Los regalos estaban listos para ser abiertos. Las copas se estrellaban felizmente celebrando el comienzo de la navidad. Hermione llegó justo a tiempo para el brindis. Pero no lo disfrutó, no después de lo que tenía que pensar. Sencillamente no disfrutaría de los días siguientes, de eso estaba segura. Sintió la figura de Malfoy a sus espaldas y se limitó a murmurar un: Feliz Navidad. Luego corrió a abrir sus obsequios junto a su primita. Ambas parecían unas niñas, una ya lo era. Hermione aún tenía a una niña en su interior. Aquella chiquilla que había hecho de todo, hasta hablar y prometer cosas a un extraño, permanecía muy en el fondo de la castaña. Una lucha comenzaba a desatarse entre la pequeña que habitaba dentro de ella y la conciente adolescente que abría los regalos. Los ojos plateados comenzaban a volverla loca…