Amor de Marioneta 1.

Advertencia: Es un fan fic de Naruto para mi sempai.
Los personajes son: Sasori y El Tercer Kazekage.
Contiene: Pedofilia y Homosexualidad.

Primer Capitulo:

-->
Era un hombre inteligente, se decía mentalmente. Llevaba varios días, semanas o quizás meses dejándose llevar por aquellas sensaciones. El destello rojizo lograba hipnotizarlo. La profundidad que hallaba en aquella miel, que carecía de dulzura, era demasiado para él. Había creído que era imposible, una jugada de su mente. Sin embargo no podía apartar la vista. Pasaba noches sin poder dormir porque, aquel tamaño pequeño y angelical, no lo dejaba en paz. Y aun que luchara con todas sus fuerzas, no podía dominar aquellos instintos salvajes que tenía. Sabía que en cualquier momento se traicionaría a si mismo. E inconscientemente ansiaba aquel momento como ningún otra cosa…
En aquel instante mantenía la vista lejos de aquel salón de clases. Pensando en quién sabe qué cosas. Quizá sólo observara los sutiles pétalos de cerezo deslizarse por el aire, anunciando el comienzo del hanami. Cuando se encontraba así de distraído aprovechaba para embriagarse con cada detalle de su perfil. Ni siquiera se detenía a compararlo con la bonita y perfecta flor que caía para morir joven. Por que sabía que él era lo más bello que podía llegar a existir. La idea de que se hallara en la flor de la vida, hacía que su mente se fuera lejos de la clase, junto a la de su alumno. Sus mejillas se teñían de un pequeño rosado, al tiempo que desviaba la vista para poder ocultar aquella reacción. No podía creer cómo un niño podía causar tanto en su persona.
El tercer Kazekage, ése era él.  Un hombre poderoso, un hombre importante. Era todo ello y mucho más. Y cada vez que recordaba, en las sensaciones por las que se estaba dejando llevar, lograba avergonzarse de si mismo. Puesto que nadie iba aceptar tales pensamientos en él, ni él los aceptaba. Había veces que deseaba poder apartarlos de su cabeza, ignorarlos. Pero cada movimiento, el más leve atisbo de su mirada, con sólo observar su lenta respiración, se volvía completamente loco. Lo experimentaba y no lo creía. Deseaba tanto rodear a aquella criatura, proporcionarle el amor que nadie podía darle, lograr que sonriera para él. No sólo quería conseguir aquello, sino que necesitaba hacerlo y muchas otras cosas más también.
La clase finalizó sin que ninguno de los dos se diera cuenta. Los niños comenzaron a marcharse. Muchos se juntaban en pequeños grupos de amigos, salían todos juntos conversando. Todos tenían a sus amigos, excepto él. Le apenaba tanto verlo solo, con un frío vidrio detrás de sus ojos, que lo aislaba de aquel mundo. Quería saborear dulzura en aquel par de iris, pero no guardaba falsas esperanzas. Aquella piel lechosa y virginal era la que pronto rompería el hilo que sujetaba su poca cordura…
-Sasori…-pronunció el Kaze, agradecía que su voz sonara normal en aquel momento. Los alumnos se habían retirado, sólo faltaban unos pocos, de entre esos el pelirrojo. Y algo en su interior lo obligó a llamarlo. Necesitaba conversar con el niño, aunque sólo fuera una charle le vendría bastante bien. Un alivio para el alma, consideró. Pensaba que con sólo oír al niño hablar su cuerpo se calmaría un poco…
-¿Puedes aguardar un poco?
El pedido le pareció de lo más normal. Cuando los fríos ojos del chico se posaron sobre él, lograron hacer que se estremeciera. No le agradaba la idea de mentirle. Aún así no tenía muchas opciones. Aquella simple solicitud podía tratarse sólo de un tema que debía trata con su alumno. Aunque no podía quejarse con él, era todo un genio, más que sobresaliente. Tenía la inteligencia de toda la clase junta. Eso lo hacía ver más atractivo, detrás de la imagen de niño solitario. Un instante luego se maldijo por haber pensado que un niño como Sasori podía ser atractivo…
-Kazekage-sama… No me gusta esperar…-se limitó a contestar el niño.
Un frío balde de agua. No sólo la respuesta, sino la actitud. Trató de sonreír, pero no lo logró. No terminaba de comprender por qué todo debía ser tan difícil. Buscó una manera de retener al chico, pero no encontraba las palabras adecuadas. Él se iría sólo a su casa. Si no se equivocaba, su abuela debía estar esperándolo. Se preguntó lo que haría diariamente, cómo sería el pequeño en la intimidad de su hogar. Con solo imaginar al pelirrojo cenando junto a su abuela, se le hizo agua la boca.
-Si me esperas bajo el sakura, puedo llevarte a comer ramen. ¿Qué opinas?   
Aquella antiquísima táctica no podía fallar. Cualquier niño podía ceder ante un suculento plato de ramen. Ni siquiera el pequeño Sasori podía negar que sería interesante comer junto a él. Sonrió con satisfacción cuando lo observó dudar durante un instante. Solo eso bastó para que el pelirrojo asintiera, provocando que pequeños mechones de su cabello quedaran desalineados. La mano le cosquilleó de deseo, al notar aquel suave cabello levemente despeinado. Aún así logró dejarlo ir, sin tocarle un solo cabello.
Se dejó caer sobre el escritorio, soltando un largo suspiro. Su cuerpo lograba traicionarlo bastante. Calculó un par de minutos, hasta que decidió acercarse a la ventana. Allí, contra el tronco del sakura, estaba sentado el niño. Su rostro alzado, observando el pálido rosa de las flores. Sus piernecillas extendidas, sus brazos igual, cada uno a un lado. Su pecho se movía lentamente cual pacifico mar. Era una pequeña obra de arte, que le tensaba todos los músculos. Lanzó un gemido de protesta al tiempo que se apresuraba a terminar un par de asuntos. No quería hacer esperar más de lo adecuado al pelirrojo, puesto que había dejado bien en claro que no le gustaba esperar…
¿Intentaba quitárselo de la cabeza? Iba por un mal camino. Se apresuro. No dejó de pensar en el pequeño. Terminó sus obligaciones y se encaminó hacia el sakura donde debía de estar esperándolo. Cuando se acercó descubrió que el pequeño retoño había caído rendido ante el cansancio. Se preguntó por qué estaría cansado, pero lo ignoró. Mientras observaba los pálidos labios, entreabiertos, fue acercándose. Acabó de rodillas, con sus piernas a ambos lados suyos. Se inclinó tanto ante el niño, que llegó a rosar con delicadeza el fruto prohibido. Fue un desliz, una súbita caricia, suave y exquisita.
Sin embargo la realidad de su acto le quemó los labios. Se alejó repentinamente, al caer en la cuenta de lo que acaba de hacer. Sus deseos lo habían dominado. Había besado a un niño, y no a cualquiera, a un alumno. Estaba bastante preocupado para notar que el susodicho lo estaba observando con su característica frialdad. ¿Se habría dado cuenta del pequeño contacto que habían mantenido? Imploró que no…
-¿Kazekage-sama? ¿De qué quería hablar?-inquirió poniéndose de pie, ignorando completamente lo que había pasado minutos antes.
En ese momento, el tercero, supo que había robado un beso, pero aún así deseaba muchísimo más. Sentir que el chico apenas le llegaba hasta unos centímetros mas arriba de la cintura, le hacia odiarse. No podía aceptar que quería a un pequeño como él. Aunque, por más que discutiera consigo mismo, no podría cambiar lo que sentía.
Le indicó con una seña que le siguiera. Si permanecían en aquel sitio no podría olvidarse del primero contacto que acababan de tener. Así que lo primero que se le ocurrió fue llevarlo a comer, como había prometido. El camino fue inquietantemente silencioso. El menor con la vista al frente, y él prestándole exclusiva atención. Solo observarlo caminar era un placer. Aquellos pensamientos eran desagradables, pero suyos. Y no podía aguardar a que el chico comenzara a comer. ¿Sería como cualquier niño normal? Lo dudaba. Él había sido criado de una manera distinta, y ante la carencia de padres, de cariño, no podía actuar como los demás chicos. Eso le apenaba tanto, pero aún así no cambiaba sus sentimientos hacia el pelirrojo.
-Eres un chico bastante inteligente, Sasori-señaló el Kaze, una vez habían llegado y les habían servido un plato de ramen para cada uno. Ahora era hora de inventar la excusa, de explicar el motivo por el cual lo había llamado. Aunque ciertamente no fuera ninguno en especial…
-Lo sé-contestó éste, tomó los palillos chinos y los separó en dos- Itadakimasu.
El tercero igualó la expresión, y dividió sus palillos. Le llamó la atención la soberbia con la que le había contestado. Pero no esperaba menos del nieto de Chiyo. Pensó algo útil que decir mientras se llevaba los fideos a la boca. Le pareció bastante extraño ver al chiquillo revolviendo la sopa, como si buscara algo. Observó curioso al chico hasta que notó que pinchaba un huevo hervido y se lo llevaba con aire victorioso a la boca. Los labios infantiles, moviéndose, lograron desestructurarlo por completo.
-Quería saber… si te interesaban unas clases particulares… como te veo tan… aburrido en clases…-comentó buscando un trozo de huevo en su sopa.
-Ya veo…-musitó mirándole fijamente.
Logró pinchar lo que buscaba y sonrió incómodo. Se sentía analizado bajo la mirada del chico. Sin embargo intentaba actuar lo más normal posible. Sacudió el caldo, y luego extendió la mano que sostenía el palillo. La llevó hasta la boca del niño y le sonrió con cierta picares.
-Di ahhh, noté que te gustan éstos-comentó logrando que los pálidos labios se entreabrieran y engulleran el huevo hervido que le estaba ofreciendo.
Por un leve instante deseó que aquel inocente gesto fuera hecho en otras circunstancias. Sintió una pequeña tensión en la entrepierna y se maldijo en voz baja. Se odiaba por pensar cosas tan indebidas e imposibles. Pero había valido la pena convidarle de comer en la boca. Todo por ver aquel gesto repetidas veces en su cabeza…
-Acepto.
Elevó la vista de su plato y notó que el chiquillo había comido todo. ¿Cuánto tiempo se había tomado? Alrededor de media hora… Y no lo había visto apresurarse en absoluto. Estaba asombrado por la agilidad que tenía. No sólo comiendo, sino que en muchísimas otras cosas. Estaba al tanto de que era todo un prodigio cuando se trataba de marionetas. Examinó aquella perfección acumulada en un envase tan pequeño. Quería poseerlo…
-Empezamos a partir de mañana.
La respuesta le alcanzó al pelirrojo para marcharse en silencio. ¿Cuántas palabras había mencionado? Muy pocas… Era todo un príncipe del silencio, y le encantaba. Se encargó de pagar mientras recordaba la delicada espalda alejarse, marcharse de la tienda. Hacia un par de minutos se había ido y ya lo extrañaba… ¿Qué le estaba sucediendo? No podía estar tan ansioso por el día de mañana… ¿O sí? A partir de ese entonces comenzaría a conocer todos los aspectos de su encantador alumno Sasori. Ya no podía esperar!

Jessica C. Black

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Un suspiro del alma... Solo eso te pido...