En lo más oscuro de mi ser.


Nunca supe cómo se sentía ser fuerte, hasta que ser fuerte fue la única opción que me quedó. Cuando más quise llorar: fue en ese momento que aprendí que las lágrimas no iban a solucionar absolutamente nada. No importaba lo que pudiera llegar a hacer, nadie me devolvería a mis seres queridos. Porque si existía un Dios había sido tan egoísta como para arrebatármelos sin cuidado. Así fue como terminé con un corazón destrozado, sin rumbo alguno en el futuro. ¿Crees que alguien podría rescatarme?
He intentado olvidar esa noche y continuar adelante. Pero por más que lo intente no consigo lograrlo. No me arrepiento de lo que he hecho, sino de lo que no hice. El remordimiento de haberlos matado, es nada comparado con la culpabilidad de no haberles salvado la vida. Porque estoy convencido de que pude haberlo hecho.
¿Por qué sus fantasmas no dejan de atormentarme? Llegué tarde, siempre fui de retrasarme, e incluso ahora mi muerte se ha demorado… Si no hubiese aceptado conversar con aquella chica ahora estaría descomponiéndome bajo tierra, junto a mi familia. ¿Eso era lo que realmente quería, estar muerto?
Juro que cuando vi la figura de aquella joven deslizarse por entre la multitud supe que debía agradecerle. Es por eso que la seguí a través de las personas y acabamos en una callejuela. Pero me asustó que ella supiera que lo seguía…
— ¿Al final vas a matarme?
Las finas palabras lanzadas al aire por aquella diminuta boca me dejaron un momento helado. No entendí a qué se refería hasta que noté mis manos en forma de puño, mis dientes chirriando. ¡Ella había evitado que yo llegara a tiempo! ¿Pero acaso podía hacerla responsable de todo? Las dudas se arremolinaban en mi rostro tensado. Aquella preciosa mujer, que ya no era una tonta niña enamorada, no era culpable de que un par de psicópatas se metieran en mi casa en aquel preciso momento en que decidió citarme… ¿Por qué no podía dejar el pasado atrás?
— Puedes tener en claro que no ha sido culpa mía. Que hayan entrado…
— Detente.
— Ven a matarme.
Pude escuchar claramente los gritos de mi madre y mi hermana. Incluso visualicé cómo mi padre se desplomaba en el suelo, victima de uno de aquellos sujetos. Luego fue el turno de mamá, ella no diría ni una sola palabra, no luego de haber visto cómo la vida de su esposo desaparecía en un abrir y cerrar de ojos. Ninguno de los dos se preocupó por la niña que abandonaban a merced de aquel par de hombres. ¿La habrán violado? De seguro disfrutaron haciéndola llorar, gemir… La mataron lenta y dolorosamente. Por más que hubiera llegado a tiempo no podría haberlos salvado. Habría muerto para defender a mi hermanita, habría muerto por mis padres. En conclusión: yo debería haberme ido en lugar de ellos.
— No me queda nada. Ni siquiera sed de venganza, ni ganas de vivir. Te agradezco que me hayas retenido aquella vez… Pero ahora estás hablando con un espíritu vagabundo…
— ¿Has pensado en una respuesta?— preguntó curiosa, ignorando mis profundas palabras. ¿Me molestó? En absoluto…  
Por un instante creí ver la ingenuidad de mi hermana. Estaba volviéndome completamente loco. Pero sabía a qué se estaba refiriendo y era algo completamente irreal. ¿Por qué habría de interesarle mi respuesta si habían pasado trece años? Una mujer tan bella como ella debía estar casada, formando una familia que jamás sería asesinada…
— ¿Es tan importante? — consulté nervioso, luego de tanto tiempo.
Su sonrisa fue deslumbrante. Como un rayo de luz en medio de la oscuridad me proporcionó la calidez necesaria para un frío día de invierno como aquel… ¿Qué le causaba tanta gracia? Se había metido con un tipo problemático ¿No lo sabía? Aún así no parecía molesta ni cansada. Simplemente asintió con su cabeza, expectante a mi tan esperada respuesta. Trece años y jamás se me había ocurrido pensarlo, cuando le había dicho que lo haría…
— Solo si estarías dispuesta a morir conmigo. Esa es mi respuesta.
Esta vez sonreí yo y volví por dónde había llegado. Realmente no deseaba conocer lo que seguía, no esperaba escuchar que le habría gustado recibir mejores palabras, trece años atrás. No quería pensar en lo que habría pasado si… pero lo estaba haciendo, me estaba imaginando si le hubiese dicho que si. ¿Habríamos vivido felices hasta que la muerte nos separase? Era algo difícil de imaginar, no podía ver el futuro.
— ¿A dónde nos dirigimos?—consultó su vocecita infantil, a mis espaldas.
Si no hubiese estado acostumbrado a esperar que la muerte me tomara por sorpresa en cualquier momento, su repentino comentario me hubiese asustado. Pero por el contrario me asombró. ¿No la había dejado atrás? Lo más importante era otro tema: ¿Por qué hablaba de un nosotros? No deseaba averiguarlo… Aunque en lo más oscuro de mi ser gozaba con su atractiva presencia, ella conseguía hacerme olvidar por pequeños instantes... 
—Yo a donde sea que mis pies me lleven. Tú a tu vida repleta de perfección.
— Para jugar con la muerte se necesitan dos personas. ¿No crees? ¿Quién dijo que la perfección existe y que yo la prefiera antes que a ti? Yo solo quiero danzar en el limbo contigo…
— Esperemos que tus sueños no terminen convirtiéndose en tus peores pesadillas, querida. Ni que tus acciones sean menos fuertes que tus palabras… Puesto que te haré sentir lo que es el amor en medio del infierno, mi pequeña princesa condenada…

Jessica Black

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Un suspiro del alma... Solo eso te pido...