El alma definitiva. Cap 2


El reflejo de mi rostro estaba impregnado de miedo. Aparté la mano que reposaba sobre el cristal, temiendo ser absorbida. Aquellos ojos que me devolvían la mirada eran tan oscuros y profundos. La muchacha delante mío era tan preciosa y frágil. ¿Quién era? Me preguntaba silenciosamente mientras deslizaba con suavidad una mano entre mis cabellos dorados. Tenía pesadillas todas las noches. Aquella no era diferente a las otras. En mis sueños sufría por aquel que se alejaba en la oscuridad. Me convertía en otra mujer, muy distinta a mí, una que amaba a ese tétrico ser que rondaba por allí fuera. Observando a través de la ventana, podía distinguir el callejón de mis sueños. A partir de allí comenzaba a huir y lo perdía de vista. Y con sólo despertar me olvidaba de él, de su apariencia, de su nombre. Pero el sufrimiento, la pérdida seguían presente en mi pecho. ¿Qué habría en aquella escalofriante oscuridad? ¿Algo que en algún momento me había pertenecido con tanto ahínco? ¿Alguien capaz de llenar aquel vacío en mi corazón, capaz de ahuyentar el terror de mi vida? Simplemente no me reconocía al pensar en ello. No necesitaba nada que proviniera de lo desconocido. Sólo deseaba que las pesadillas desaparecieran y me dejaran tranquila por las noches. Ya suficiente tenía con los nervios de vivir el día a día sin oír un fogonazo en el silencio reinante. No deseaba preocuparme por un ser que aparecía en mis nocturnas alucinaciones.

Los faroles de la calle no funcionaban y sólo podía distinguirse la mirada de un felino callejero. Si no fuera porque me consideraba una chica muy fantasiosa. Hubiera creído que el maullido que había sonado en la habitación no era solo obra de mi imaginación. Sin embargo sabía que era imposible oír a aquel gato desde el primer piso de mi departamento. Ese animal debía hallarse cómo mínimo a dos cuadras de distancia, sólo el brillo de sus ojos permitía distinguirlo. La falta de sueño me hacía delirar bastantes veces. O quizá era la falta de compañía, mi solitaria vida comenzaba a exigirme que me relacionara con personas. Si no hacía algo al respecto rápidamente podría acabar por perder toda la cordura. Ya era difícil seguir adelante con aquel increíble remordimiento que se atoraba en mi corazón y habitaba en mi mochila. No quería pensarlo, pero venía inconscientemente hacia mi mente, sin que lo llamara. ¿Qué podía hacer para vivir de manera apacible? Por un momento se me antojó irresistible arrojar el arma por la ventana. Estuve a punto, pero me contuve justo a tiempo. Creía que si lo hacía era igual que suicidarme, condenarme a una muerte segura. No podía permitirme aquello. Ahora comprendía más o menos el extraño cariño que le tenía el sujeto que me la había obsequiado a aquella arma. Detestaba compararme con aquel hombre, pero yo también había comenzado a considerar aquel objeto como una parte más de mí, no podía permitir que le pasara nada, era el valor de mi vida.

Me dormí con un sabor extraño en la boca. Nada iba como me hubiese gustado. Pero tampoco podía hacer algo para cambiarlo. No estaba en mis manos, así que debía limitarme a seguir como si nada. Ignorar mis lamentos interiores, enfrentar la realidad con valentía. Sin embargo era fácil pensarlo y difícil hacerlo. Cada mañana despertaba con meno ganas de salir de aquel acogedor mono ambiente. Por que un nuevo día implicaba insospechables sucesos a los que no sabía si quería enfrentarme. Quería pensar que no estaba lista para aquello. Aún así salía preparada para las largas jornadas de estudio en una calmada facultad, con prolijos estudiantes. Era todo demasiado surrealista y en parte lo detestaba. No importaba las veces que hiciera el camino hacia el establecimiento, nunca ocurría algo inusual, siempre estaba tranquilo. Yo no sabía si ansiaba que hubiera problemas, pero esperaba inútilmente que algo fuera de lo normal ocurriera. Estaba acostumbrada a otro tipo de vida. Una en el que podían asaltarte a la vuelta de la esquina, amenazarte con una cuchilla y robar todas tus pertenencias, como burlarse de ti mientras pasabas sin que tu pudieras hacer algo al respecto, es decir que en mi antigua vida el respeto no existía. Allí el miedo dominaba a las masas. Era extraordinaria la seguridad que brindaban en aquella ciudad. Realmente era lo único fuera de lo normal que podía encontrar…

Esos deseos ocultos en lo más profundo de mi ser no se hicieron esperar. Había ansiado tanto encontrarme con problemas que esa misma tarde se habían materializado en el camino de vuelta a casa. Estaba acostumbrada a pasar por una pequeña plaza pública que siempre resultaba estar vacía. Las ventanas de los departamentos que rodeaban el lugar siempre estaban cerradas y parecía que allí no vivía nadie. Nunca me había cruzado con niños correteando o personas paseando sus perros. El piso de cemento siempre estaba impecable, sin un solo rastro de basura o papeles que el viento pudiera arrastrar. Sin embargo esta vez el barullo de una multitud se oía a lo lejos. Así que apuré el paso emocionada y me encontré con un grupo de jóvenes de distintas edades, armando un enorme círculo. Desde los balcones se asomaban todos los vecinos contemplando el espectáculo que allí brindaban. No recordaba haber visto tanta gente desde mi primer día de clases. Dominada por la curiosidad me hice espacio entre los presentes, empujando a uno que otro para que me dejaran pasar, hasta que llegué delante de todo y pude contemplar lo que llamaba tanto la atención. Simplemente me quedé sin aliento.

-¿Qué hacen?-pregunté sin darme cuenta y no esperé que alguien fuera a contestar, un papel llegó hasta mis pies y lo tomé, pero no me preocupé en leerlo.

Mis ojos no podían apartarse de aquellos dos cuerpos sudados y agresivos que se propinaban golpes sin parar. El sujeto que más llamaba mi atención era aquel que no llevaba camiseta y dejaba al descubierto unos increíbles pectorales para que todas las mujeres presentes suspiraran de placer. Mi corazón desbocado por la emoción y el desconcierto me estaba haciendo una mala jugada. Lo que más me fascinaba de aquel muchacho agresivo y rebelde era el color chillón de su cabello, rojo sangre. ¿Podía estar enamorándome a primera vista? No era un simple enamoramiento, tampoco era una repentina obsesión, era algo más profundo. O de eso quería convencerme mientras tragaba saliva, conmocionada. Una chica bastante viva, de cabellos anaranjados y brillantes ojos esmeralda, me sonrió al tiempo que jalaba de mi brazo, su sonrisa me mareó más de la cuenta. Me había estado hablando durante un rato pero como no la había oído, por el embobamiento en el que había caído, comenzó a tironearme del brazo. Quería seguir contemplando aquella escena, por más que no la entendiera. Pero la chica terminó por colmar mi paciencia y ganar mi completa atención…

-Es una pelea callejera. Ocurren en distintos sitios al azar, hasta que aparece la guardia y todos corremos. Resulta ser que Eric está furioso hoy y el sujeto todo golpeado de ahí debe tener algunas cuentas sin saldar. Yo soy Merry, encantada.

Correspondí a su sonrisa, azucarada por su dulce voz y volví la vista hacia el tan afamado Eric. No deseaba que aquello acabara nunca. En cuanto todos salieran corriendo yo no volvería a verlo, ni a él ni a ella que parecía ser una buena candidata como mejor amiga. ¿Qué podía hacer para detener el tiempo? No lo pensé mucho. Yo iba a actuar, no pensaba quedarme más de brazos cruzados mientras el resto actuaba como si cargar con revólveres fuera lo más normal del mundo. Aquella situación era muy surrealista. No podían andar luchando en sitio públicos, para algo estaban las armas. Si aquel hombre debía algo y no podía pagarlo entonces solo merecía un tiro en la sien. Eso si, yo no se lo obsequiaría. Pero no dude en mi obligación de poner orden a todo aquello. Sino antes de que la guardia llegara allí habría un muerto. Abrí mi mochila y acaricie el frío metal durante un instante en el que no pensé las consecuencias de mis futuros actos. Elevé mi mano enfundada por el arma y presioné el gatillo. El disparo seco resonó en mis oídos y todo el mundo salió corriendo, soltando gritos de terror mientras yo miraba espantada el fruto de mis acciones. Había conseguido que todos huyeran en manada y dejara la plaza casi desierta.

-¡¿Acaso estas loca, chiflada, se te zafó un tornillo, rubia hueca?!-chilló Eric dejando de golpear violentamente a su victima, sosteniéndola del cuello de la camiseta mientras colgaba semi-consciente chorreando cantidades extravagantes de sangre. Lo primero que pensé fue que el pobre no viviría para contarlo.

Un extraño calor recorrió mi cuerpo, de repente sentí que la sangre corría por mis venas con una velocidad asombrosa. Desde que me había mudado no me había sentido tan bien y feliz como lo estaba haciendo en ese momento. Había conseguido justo lo que deseaba, que el atractivo chico centrara su atención en mí. Sin embargo parecía molesto, extremadamente furioso y temí que aquellos puños fueran a golpearme y dejarme tan desfigurada como su reciente victima. Así que apunté con mi arma al muchacho y me mordí el labio inferior, insegura. Aún no sabía controlar aquel objeto que portaba con aparente seguridad y no estaba midiendo el riesgo que corría al apuntar al objeto de mis deseos como si fuera lo más normal del mundo, no obstante continúe con mi actuación. La mirada divertida de Merry me recorría con aparente tranquilidad y mi cerebro no sabía cómo reaccionar ahora que los dos estaban atentos a mí. El repentino congelamiento de mi mente me advirtió que no siguiera adelante. Y tuve que obedecerle por más que no quisiera. Tragué saliva y decidí desperdiciar aquella oportunidad.

-No vuelvan a pelear por aquí-dije con voz temblorosa, aunque deseaba que sonara como una amenaza.

Luego de aquel vergonzoso dialogo tomé la mano de Merry y jalé de ella para que corriera conmigo. Presentía que si me quedaba allí mucho más tiempo terminaría en enormes problemas y no lo deseaba. No pensaba quedarme esperando a que la guardia llegara y me encontrara en mi modo más rebelde. Solo dejé que la adrenalina dominara mi cuerpo y corrí lo más veloz que pude, soltando carcajadas sonoras junto a aquella chica que me había hablado e inspirado tanto confianza. No la solté hasta que llegamos a la puerta de mi departamento y la invité a pasar, con la respiración bastante agitada. Sentía que nos conocíamos de toda la vida, que podía llevarme tan bien con ella como si fuera mi hermana genética, la deseaba a mí lado y no pensaba ocultarlo.

-Lo siento chica. Así no son las normas aquí. Nos veremos en la facu. ¿Me dices tu nombre?

Mi primer instinto fue presionar con fuerza los labios, apenada. Creí que podríamos forjar una amistad, un lazo profundo y fuerte. Ahora que me miraba con seriedad comenzaba a inspirarme desconfianza, de ella, de todos los que me rodeaban. Si le decía cómo me llamaba podía denunciarme, delatar que yo había abierto fuego de la nada, que estaba loca. Aún así estaba tan desesperada que ansiaba una amistad cuanto antes y no quería desperdiciar el momento, otra vez. Ya había hecho el ridículo con Eric, el chico que me había flechado. Ahora no podía dejar las cosas así con Merry, seguramente la encontraría en la facultad, si la buscaba bien. Tenía que correr el riesgo alguna vez ¿No? O seguir actuando de manera tan imprudente, total luego aceptaría las consecuencias.

-Shizuko, mi nombre es Shizuko. Espero que nos volvamos a ver…

-Esta bien, Shizuko, nos veremos mañana. Pon atención de ese folleto, si logras descifrar oculto puedes
tener un encuentro con Eric. He visto cómo le echabas el ojo, no te pongas roja, si tienes suerte puede ser tuyo. Adios!

Fue mucha información junta. Las palabras de Merry me provocaron muchos sentimientos confusos y se marchó antes de que pudiera formularle algunas de mis muchas preguntas. Habían ocurrido demasiados sucesos, uno detrás del otro. Luego de todo aquello no pude estudiar ni concentrarme en la cena. Tampoco presté atención al silencio del vecindario. Me olvidé por completo del arma que descansaba en mi bolso. Apenas entré en mi departamento con el papel aferrado en mi mano, lo dejé en la mesa y procuré no volver a tocarlo. ¿De qué me servía participar de aquel juego? Si conseguía ganar no tendría ningún sentido enfrentar de nuevo a aquel pelirrojo infernal. Debía querer matarme luego de lo que le había hecho… Esa noche mis pesadillas cambiaron y tomaron un rumbo completamente nuevo. El lugar se prendía fuego, el callejón se llenaba de llamas que se asemejaban al color de su cabello. Aquel calor abrazador no se comparaba con nada. Solo deseaba que aquello ojos oscuros como la noche me miraran y absorbieran mi alma. Desperté jadeando, con el cuerpo ardiendo y abrí la ventana que había dejado cerrada para que el frío nocturno invadiera mi vida. Volví a dormir esperando dejar de lado mis sueños extraños y esperando que el día de mañana llegara con rapidez, para poder comprobar con claridad cuán real había sido todo lo que me había ocurrido y así re-ordenar mis ideas…



Gracias por leer!

Este cap. se lo dedico a Ankoku Tengoku!

Espero que les haya gustado.



Jessica C. Black

3 comentarios:

  1. Waaa~ me gusto, ese tal Eric es pelirrojo, *O* uno de mis fetiches e.e ...seee~ se espera el próximo cap, gracias por la dedicatoria ^^

    Yo tambn quiero un arma ¬3¬

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  2. *-* me encanta sigue escribiendo preciosa

    Lexz

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  3. Llegué aquí de casualidad, pero grata sorpresa... escribes bien, ¡Sigue!

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Un suspiro del alma... Solo eso te pido...