Mamá, no quiero dormir sola.



No existe nada peor que la hora de ir a dormir. Cuando comienza a oscurecer mi cuerpo se tensa, me vuelvo intranquila. Le repito una y otra vez a mi mamá que no quiero dormir sola. Mis hermanos duermen en su cuarto, ella duerme en su cuarto con su novio y yo tengo que acostarme sola en esa habitación nueva que hicieron para mí. ¡Pero si yo no quiero! Le grito de vez en cuando a mamá. Es una mujer terca, mucho más terca que yo. Siempre me explica lo mismo: que ya tengo doce años, debo aprender a dormir sola y darle el ejemplo a mis hermanos que son más pequeños. Aún así ella no sabe lo que dice, no me entiende en absoluto. Todos los días es la misma historia y todas las noches soy yo la única que sufre.

Sin embargo esta noche es distinta. Estoy asomada en el balcón y veo cómo los rayos de sol me abandonan. Alguien derrama la tinta y de repente todo el cielo oscurece. La cena es como siempre, mamá hace una comida riquísima. No puedo quejarme de la familia que me tocó, los quiero mucho a todos. A mi papá también, aunque viva en otra casa. El asunto es que mi mamá a veces no entiende, no me comprende para nada. ¡No importa que la mayoría de mis compañeros haya visto esa película de terror que ahora está tan de moda! Yo simplemente no quiero saber nada acerca de ella, no quiero ni verla. Ya suficiente tuve con una película de terror que me obligaron a ver mis amigas cuando nos quedamos a dormir todas juntas en una casa. Era el cumpleaños de una, no dormimos en toda la noche. Y luego de eso me había demorado una semana entera para poder dormir sin pesadillas. Ni siquiera podía ir al baño sola, porque sentía que una cosa se escondía detrás de la cortina de la ducha. Así que no sabía cómo mi madre esperaba que pudiera dormir en una habitación sola. Y menos podía creer cómo mi madre preparaba todo para que pudiéramos ver esa película que acababa de rentar.

Por supuesto que me negué. No me emocionaba en absoluto la idea, así que me negué rotundamente. Esto no ocurrió durante mucho tiempo, ya que mamá suplicó tantas veces e insistió en que si la veíamos juntas no iba a dar ningún miedo. Por lo cual no pude seguir resistiendo ante su insistencia y acepté. Nos tiramos en un colchón que ella había acomodado en el suelo y apagamos las luces. El título de la película era: La llamada. Supuse que luego de esa noche me dejarían dormir con mis hermanos y no volvería a tocar un teléfono por el resto de mi vida. Sin embargo la realidad fue muy distinta. No despegué la vista del televisor ni por un instante, seguí toda la historia hasta los créditos y cuando desvié la vista hacia mi madre, ésta dormía.

No sonó el teléfono, nadie llamó anunciando los pocos días de vida que me quedaban. El terror, mezclado con indignación, corría por mis venas sin piedad, ardiendo como las llamas del mismísimo infierno. Mi madre se marchó a su cama, para seguir durmiendo. Me olvidé de suplicarle que me dejara dormir con mis hermanos, solo le recriminé el abandono por el cual me sometió durante la película y ella desinteresadamente se excusó diciendo que estaba muy cansada. Eso me hizo enfadar más. Y me fui furiosa a mi cuarto. Me olvidé de los monstruos bajo la cama y los fantasmas al otro lado de la ventana. Me cubrí con el acolchado hasta el cuello y procuré dormir. Esta vez ni se me ocurrió encender el televisor para tener algo con lo que distraerme. Ya que en la película había un extraño vídeo  la causa por la cual todos morían, y pensé que, si encendía la tele, entonces vería ese vídeo y el resto de la historia era obvio.

Cualquier adulto en mi lugar habría dormido tranquilamente. En cambio, yo, no tuve pesadillas, solo sentí que me observaban. Intenté ignorarlo, continuar fingiendo que dormía. Pero era imposible. Y en un momento de la noche mis ojos lo buscaron. ¿Qué era lo que me observaba con tanta atención? Sentía que me arrancaban la piel lentamente, solo con la vista. Era dolorosamente terrorífico. Y cuando lo busqué me di cuenta de mi error.

¡Qué tonta había sido! La oscuridad repentinamente parecía demasiado clara y me brindaba una vista bastante nítida de mi nueva habitación. Será el resplandor de la luna, diría mi mamá. Pero yo sabía que no era tal cosa, era algo distinto, algo mucho más siniestro. Y no me tomó mucho tiempo encontrarlo. Estaba allí, al borde de la cama. Solo tenía que fijar la vista un poco más allá de mis pies. Sentado en una pequeña silla de madera había un escalofriante muñeco. Si hubiese sido un peluche no me habría asustado como lo hizo esta figura del tamaño de un niño de dos años con una enorme cabeza de payaso. Es para que te haga compañía, habría dicho mamá. Pero ella no comprendía o no recordaba el pánico que me daban los payasos.

En ese momento recordé un fragmento de un cuento que nos habían leído en la escuela. Precisamente estábamos estudiando el género de terror. En la historia escrita por Edgar Allan Poe decía algo así: “Aquella inexplicable expresión de realidad y vida, que al principio me hiciera estremecer, acabó por subyugarme.” Y yo le pregunté a la maestra qué significaba: subyugar. Ella me explicó algo que no comprendí del todo. Hasta que me encontré en esa posición, al borde de un abismo de terror de puro.

Vi al payaso sonreír con maldad y observarme como si yo fuera su próxima víctima. Hasta podría haber jurado que sus labios se movieron, su cabeza se ladeó y esperó a mi reacción. Pero yo no podía moverme, no podía gritar. Simplemente cerré los ojos con fuerza. Intenté concentrarme para volver a dormir. Aunque ya sabía que era algo imposible. Mi corazón latía muy deprisa, era increíble. Solo podía oír ese batir apresurado, corriendo su última maratón. Lo sabía con certeza. Mañana no iba a despertar. Y mamá nunca entendería.   




Nota de autora: Hola! Muchas gracias por leerme. Paso a explicar cómo escribí este cuento. Empecé un nuevo taller literario y este es un ejercicio que tuvimos que escribir. La cosa trataba de inventar una historia de terror. Pero debíamos inspirarnos con la frase de Edgar Allan Poe que menciono en la historia. Ésta fue sacada del cuento que leímos: El retrato oval. Y bueno, este fue el resultado. Quizá tiene algunas experiencias mías, y cualquier similitud con la vida real no es una coincidencia. Odio los payasos... y me aterré buscando una imagen para esta historia >.< saludos! no dejen de leerme (:

Sophie Black

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