Un autre jour


(Otro día)

El timbre. Es en algún momento, pasado el mediodía, que el timbre suena. Noiz gira en la cama. Lo ignora. Le gusta dormir aunque el sol ya este danzando sobre el cielo, retozando entre un montón de nubes que es muy probable vengan a mear Londres como cualquier día. El clima muchas veces apesta, pero lo que más apesta es no tener el dinero suficiente para hacer lo que se le de la gana. Por eso Noiz duerme. Y porque le gusta dormir. El timbre sigue sonando, cada vez más insistente. Seguro se trata de alguien decidido a sacar al francés de la cama. ¡Enhorabuena! Lo ha conseguido. Alguien se ha ganado un puñetazo en la cara por parte de un malhumorado francés que acaba de despertar.



Quel salop! Quel enculé! C’est un vrai fils de pute! —masculla por lo bajo mientras desliza las piernas dentro de un pantalón cualquiera, el primero que encuentra a mano. 


Se revuelve el cabello rubio, no se molesta en buscar una camiseta ni calzarse nada. Abre la puerta y amaga a golpear. Su puño se detiene justo a tiempo delante de la narizita de una joven. Cabellos cortos y multicolores, un ojo de cada color con lentillas llamativas, ropa fosforescente y botas de demasiado centímetros de alto. No es una niña, es una muchachita con una sonrisa picara y es una buena noticia. Así que Noiz la deja pasar y en silencio van a la cocina.

¿Café? —ofrece sin muchos ánimos, aún no está del todo despierto.

Es tarde y deberías estar almorzando, no desayunando, so bobo —replica la mujercita con voz muy aguda—. Hoy a la noche tienes un trabajo —sigue explicando, acomodándose en una silla y sonriendo—Te pagaran un dineral por pasar buena música en el cumpleaños de una niñita de papá, ¿qué opinas? —

Estoy tan desesperado que no puedo opinar —replicó el francés.

Lo sé, lo sé. Ambos preferimos trabajar en una fiesta de verdad, pero la de hoy es una gran oportunidad —insiste, sumamente convencida—. Ahora deja de llorar y trae aquí tus manos, te arreglaré las uñas. ¿Qué color te apetece? —

Negro, para que convine con mi alma.

Taza de café en mano, trasero en silla y uñas siendo pintadas por la mujercita de todos colores. Conversan, deciden la música que va a pasar en la fiesta de esa noche. No son sólo compañeros de trabajo, son amigos. Hablan de la vida, de la mierda que les toca a cada uno y de los puntos positivos, los cuales son pocos pero por lo menos existen. Noiz es el que menos habla, pero tiene buen oído y no sólo para la música. Una vez se queda sin café y las uñas se secan, le abre la puerta a la chica arcoiris para que siga con su vida. A la noche se vuelven a ver.

Cuando Noiz termina de armar su equipo de música los niños recién empiezan a llegar. No entiende cómo acabó en una mansión enorme, acomodado en una sala de baile, poniendo música para un grupo de adolescentes hormonados y malcriados. No hay un sólo chiquillo que no lleve algo de oro encima. Podría ponerse a robar. Pero apenas puede mirarlos, porque al hacerlo se ve a él mismo unos años más joven. Los detesta y se detesta. Pero sigue pasando música. La cosa se vuelve aburrida y Noiz deja una lista de reproducción para salir a tomar un poco de aire, fumarse un cigarro. Su teléfono suena y atiende el llamado. Es un cliente, uno con demasiada información. Sabe donde diablos esta parado y quiere un encargo rápido. Al francés no le gusta ni un pelo lo que ocurre. Se siente observado, y al mismo tiempo acorralado. Tiene un arma en el bolso que trajo, tiene un cuchillo escondido en el tobillo. Matar a alguien es pan comido. Es más dinero fácil. No puede rechazar la oferta. Aunque se trate del padre de la cumpleañera. Así que acepta. Arroja el cigarrillo, lo pisotea con fuerza y se encuentra de cara con un hombre que tiene todo el aspecto de guardia. Claramente no esta en la casa de un ricachón cualquiera.

Soy el DJ, sólo salí a tomar aire —explica el rubio. Se rasca la cabeza y finge el tonto. Cosa que el guardia no se cree.     

Manos en el aire, mostrando lo vacías e inofensivas que se ven. Un paso, dos al frente. Una distancia corta y accesible. El guardia amaga a sacar algo, quizá un arma. Noiz no le da tiempo. Lo atrapa, lo jala, le rodea el cuello con un brazo y crack. Toca deshacerse del cuerpo. Lo arroja entre unos arbustos junto a la puerta por donde salió. Entonces se detiene un segundo y escucha, piensa, observa. Tiene que buscar y encontrar a Paul Dolce antes de que encuentren al guardia muerto y se dispare cualquier alarma. La música sigue sonando, la lista de reproducción entretiene a los chicos. Él planea entretenerse también.



N.A. Este texto lo saqué de un rol. Por alguna razón me gustó cómo quedó.

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