Ed

Lloran los dioses al ver en lo que los humanos se han convertido. Ed se paraliza ante el descubrimiento. A su lado el río crece, se alimenta del dolor. El viento ruge y lo ahuyenta, Ed lo presencia todo. Pero nadie tiene dónde esconderse, así que el río corre lo más rápido que puede, cargando consigo la sangre de la ciudad y Ed se estremece. El veneno está en el aire, mezclado con el frío reptante. Tiene forma de sonido, aturde sus oídos. Autos, camiones, motos. Se deslizan sin piedad sobre el asfalto mojado. Radios, música, conversaciones y risas. Es un día como cualquier otro para una ciudad que nunca descansa. Ed suplica por un receso. ¿Cómo llegó a ese punto? Donde la carencia se retuerce dentro suyo y nada es suficiente. Qué difícil es diferenciar los colores del reinante gris. Tan complicado como recordar el comienzo de esa caída sin retorno. Ed sólo es consciente de que está ahí, de pie en la calle junto al río y a lo lejos contemplando la ciudad. Todo es decadencia. El agua cae sobre su figura y se lleva consigo una parte de Ed. Ya casi no queda nada, casi… Entonces echa a correr. De lo poco que queda, Ed huye. Atraviesa las paredes de agua que se van interponiendo en su camino. Deja atrás la ciudad, sigue el camino que lo lleva hacia un espacio más natural. Pero sigue siendo la misma desilusión. Un trozo de algo verde que carece de sentido. No puede alejarse lo suficiente de sí mismo. Se obliga a detener sus pasos en ese punto exacto en que la perdición lo abraza. El parque húmedo se encuentra en la misma lucha por su supervivencia. Ed termina de descubrir que no tiene a dónde escapar. Dolor. Es imposible de definirlo todo con esa simple palabra. Es mucho más que eso. El agua lo acaricia casi con ternura mientras busca definir esa marea de emociones que se atoran en su asfixiada garganta. El río clama por su atención. La ciudad lo contempla de lejos. Ed se mira las palmas de sus manos y no las reconoce. La voz de los dioses susurra a su oído como un coro de almas sin descanso. Su corazón se detiene.

Sofía M. Diaz

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