Dramione!

Capitulo 2:

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Les daré varios motivos por los cuales jamás deben hablar con extraños cuando son pequeños, no importa que éste desconocido sea de la misma edad que ustedes, ignórenlo. Es una pena que Hermione no hubiese oído mis consejos, se habría ahorrado muchos problemas. Les contaré la historia, donde se encuentran todas las razones que uno siempre preferiría evitar.
Víspera de navidad. Todos están reunidos en la mesa, a punto de comenzar a cenar. Hermione intenta convencer a su primita para que vaya con ella a comer. Pero la niña quiere esperar a papá Noel, sentada junto a la chimenea. Intentó sobornarla, arrastrarla, hasta amenazarla. La poca paciencia que tenía con los niños se estaba extinguiendo como la llama de una vela.
Ya lo había decidido. Pensaba dejar a la pequeña allí y darse por vencida. Ella no servía para tratar con chiquillos. Se estaba por marchar a cenar, cuando la niña comenzó a saltar como loca. Brincaba al tiempo que señalaba insistentemente la chimenea. La castaña no comprendió qué sucedía ante los ojos de su primita hasta que pudo notar como de las llamas, ahora verdes, aparecía una figura esbelta y vestida de negro. Detrás de esta mujer bellísima, un joven bastante familiar, la abrazó y observó con asco el sitio.
-Vicky ve con mamá, tengo que arreglar unos asuntos con la familia Noel-ordenó a su primita que se marchó observando con ojos bien abiertos a la pareja.
Ahora que se detenía a mirar a los recién llegados parecían estar preocupados. La mujer rubia, a la que Malfoy abrazaba con tanto fervor tenía un ojo morado y un labio partido, pero igual se mantenía firmemente en pie, altiva. En cambio, el rubio tenía todo el traje arañado, algunos cabellos chamuscados y parecía haber salido de un incendio o una explosión. Y a pesar de estar hechos un desastre seguían erguidos allí de pie a ella, observando con una mezcla de asombro, curiosidad y desagrado todo el ambiente.
Se vio tentada a ocultarlos en un armario o en su habitación para que sus padres no los descubrieran allí cuando la pequeña Victoria contase lo que había visto. No tardaría mucho en aparecer toda la familia allí. Debía solucionar aquel problema en seguida, pero no podía sacar a patadas a los Malfoy. Ni siquiera comprendía el por qué habían aparecido.
-Creo…-intentó llamar la atención de madre e hijo y fue algo satisfactorio, se quedó helada bajo el par de miradas plateadas, incomodada y sin palabras.
-Granger…-comenzó el rubio pero no pudo continuar, se pasó una mano por el rostro, algo abatido.
-¿Se encuentran bien?-se atrevió a preguntar y la madre le obsequió una sonrisa.
Aquella situación no estaba para aquellos gestos. La pena y la tristeza se arremolinaban en aquellos perfectos labios que se curvaban para ella. Debía sentir lástima, pero lo único que deseaba era tenerlos lejos. Con el tiempo había aprendido a resguardarse de los Malfoy. No deseaba tener problemas en noche buena.
-Necesitamos tu ayuda, querida-explicó con la desgracia impregnada en su voz.
Hermione comprendía que no deseaban estar ahí, que de ser por ellos le pedirían ayuda a cualquier otra persona menos a una sangre sucia como ella. Pero por arte de magia estaban allí, pidiéndole ayuda a ella. Estaba tan tentada a hacerlos marcharse, a no dejar el brazo torcer por aquellos dos. Sin embargo ella no podía ser fría como ellos, no podía dejarles en tales condiciones y no ayudarles. Era tan humana que sufriría remordimiento de conciencia por el resto de su vida. Terminaría odiándose igual por haberlos ayudado…
-Lo prometiste, Granger…-gruñó Malfoy con voz ronca.
Entonces se dio cuenta de que el rubio no abrazaba protectoramente a su madre, sino que intentaba mantenerse en pie. Mientras que la mujer estaba tan tensa como una estatua tratando de soportar el peso de su hijo. La pierna de Malfoy estaba hecha un espanto, llena de sangre y con profundos cortes. Necesitaba atención urgentemente, ir a un hospital en seguida.
-Pero ¿Qué diantres sucedió?-soltó molesta por la situación que le tocaba enfrentar.
Se acercó al rubio y le hizo un gesto a su madre para que la ayudara. Con cuidado ambas mujeres lo depositaron en un sofá. Ni siquiera se acercó a la herida, no tuvo tiempo. Tenía tantos hechizos en mente para curarle, y tantas preguntas que hacerles. Pero nada fue posible. Fue cuestión de un minuto para que toda su familia estuviera allí observando la situación sin comprender nada.
Por suerte no hicieron preguntas. Su tía, era médica, y para alivio de todos llevaba siempre consigo su maletín. Mi madre corrió escaleras arriba para regresar con un par de toallas y prendas para los recién llegados. No preguntó si los conocía, simplemente se lamentó de no haber acudido cuanto antes. Guió a la señora Malfoy hacia nuestro baño y le indicó cual era el agua caliente y cual la fría. La castaña simplemente observaba con ojos enormes la amabilidad de su familia con aquellas dos personas que, una vez que estuvieran en condiciones, les querrían ver muertos a todos…
Malfoy la observó toda la noche. La castaña había estado jugando con su comida durante la cena ya que no tenía mucha hambre. Hasta se dedicó a mover la frutilla de su porción de pastel de un lado a otro, sin nada de apetito. Sus padres creyeron que eran amigos suyos, que el rubio era uno de sus amigos del colegio. Ya que se habían aparecido por la chimenea… Luego de haber ayudado al par de rubios, sus familiares los acapararon presentándose y deseando felices fiestas mientras que Hermione discutía con sus padres sobre la situación, en un cuarto contiguo. Estaba simplemente molesta.
Dejó de mirar su postre para enfrentar al hurón pero este ya no le miraba, sino que conversaba con su primo, quien era unos años mayor. No podía creer lo bien que se manejara con su familia, ni siquiera tenía problemas en hablar sobre situaciones muggles, objetos, y demás cosas que él despreciaba. Era absurdo, todo aquello era incomprensible. No podía estar pasando la navidad con Malfoy y su madre. Lo que más deseaba era despertar de aquella pesadilla.
Cuando todos finalizaron de cenar y conversar se dirigieron hacia la sala de estar. Un enorme piano de cola les esperaba ansioso para la hora de villancicos. Hermione no quería cantar en frente del rubio, no deseaba compartir aquellos momentos con tan repugnante compañía. Pero no pudo evitar dejarse llevar. A pesar de los últimos invitados el aire seguía vivo y lleno de alegría. Todos cantaron al compás de las melodías que tocaba su tío. No hubo nadie que se quedara sentado sin cantar o sonreír. Todo fue maravilloso, a pesar de la incomodidad que sentía.
-Mamá ya venimos-aseguró tomando del brazo al rubio y corriendo hacia la puerta trasera, fuera donde la nieve los recibiría con sus congelados brazos abiertos.
Por suerte fue precavida. Había tomado un par de abrigos y al salir le tendió uno al rubio que tiritaba. Sonrió gustosa al verle tan vulnerable y se sopló las manos para mantenerlas en calor. Lo único que deseaba en aquel momento eran algunas respuestas. Luego volverían a dentro y seguirían disfrutando del momento. Le miró de reojo y se quedó embobada, pensando en los motivos que tendría el rubio para estar allí.
-¿Qué quieres, Granger?-consultó apretujándose en el abrigo que le quedaba unas tallas grandes.
No pudo evitar soltar una risa nerviosa. Draco Malfoy vestido con ropa muggle y conversando con ella minutos antes de navidad. Realmente irónico. Le revolvió el cabello, fue un acto involuntario, estaba peinado muy perfecto. Le dedicó una sonrisa y pateó un montoncito de nieve.
-Sólo una explicación, Malfoy-le exigió mirando la nieve, blanca como la tez de su acompañante. -¿Qué ha sucedido? ¿Por qué a mí?
El muchacho se arregló el cabello, algo molesto. La fulminó con la mirada pero luego se suavizó. Aquello inquietó a la chica. Flexionó sus rodillas y se quedó de cuclillas acariciando la nieve. Aquella imagen de Malfoy no entraba en su cabeza. Recién se fijaba en las largas piernas que poseía el chico o en sus grandes manos. Sacudió la cabeza y aguardó a que le contestará, desviando la mirada de su figura.
-¿No recuerdas nuestro primer encuentro?-elevó la vista para sonreírle, parecía algo avergonzado. – Me encontraste en mi peor momento, te exigí aquella tonta promesa… Te humillé el resto de los años… Y ahora vengo a cobrarme aquellas palabras que nos dirigimos… ¿Piensas dejarme en la calle, Hermione?
Se alejó, retrocedió espantada. Él la estaba utilizando, para su beneficio. Aquel nombre había salido de sus labios para ablandarla. Mientras iba marcha atrás, huyendo de la figura del rubio, tropezó y cayó en la nieve. El frío la hizo entrar en razón, recordar. ¿Cómo olvidar la primera vez que le dirigió la palabra, que le hizo una promesa a alguien, a esa persona que le tendía la mano? Quiso negarse, pero terminó aceptando la ayuda. Se puso de pie y se oyeron las campanadas.
-Lo tengo que pensar, Malfoy-le contestó insegura antes de comenzar a correr en dirección a la casa, dejándole atrás, solo en la nieve.
Los regalos estaban listos para ser abiertos. Las copas se estrellaban felizmente celebrando el comienzo de la navidad. Hermione llegó justo a tiempo para el brindis. Pero no lo disfrutó, no después de lo que tenía que pensar. Sencillamente no disfrutaría de los días siguientes, de eso estaba segura. Sintió la figura de Malfoy a sus espaldas y se limitó a murmurar un: Feliz Navidad. Luego corrió a abrir sus obsequios junto a su primita. Ambas parecían unas niñas, una ya lo era. Hermione aún tenía a una niña en su interior. Aquella chiquilla que había hecho de todo, hasta hablar y prometer cosas a un extraño, permanecía muy en el fondo de la castaña. Una lucha comenzaba a desatarse entre la pequeña que habitaba dentro de ella y la conciente adolescente que abría los regalos. Los ojos plateados comenzaban a volverla loca…
Jessica C. Black

2 comentarios:

  1. por ahora no lo voy a leer :P
    sabes que no me gustan los dramiones jjaaja
    pero me pone feliz que reviviste el blog!
    muy feliz año para vos!!
    te quierooo♥

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  2. es muy bueno, sigue asi y mandame el tercer capitulo de dramione, soy bellablack.

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