Dramione!

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Capitulo 3.
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  No fue un sueño, estaba despierta, consciente, cuando comenzó. Apenas había podido dormir, con solo abrir los ojos deseó que todo hubiese sido una pesadilla. Bajó  las escaleras y se encontró con el par de rubios durmiendo en una cómoda cama, en medio de la sala de estar. Lo primero que llamó su atención fue la cara de ángeles que poseían madre e hijo, parecían inofensivos a simple vista. Pero ella los conocía tan bien como al molesto chicle que se pega en las suelas de los zapatos. Nadie hubiese imaginado que esa enorme cama había aparecido por arte de magia...
Al entrar en la cocina ya había algunos parientes desayunando. Sus padres eran la pareja más feliz del mundo. Su primita no paraba de hablar del extraño Santa Claus que dormía en la casa. Algunos tíos estaban asombrados por lo maravilloso que era el sofá-cama y discutían sobre lo efectivo que resultaba tenerlo y cómo nunca se habían dado cuenta de que no era solo un sofá. Por supuesto, pensó la castaña, a la noche había terminado convirtiéndose en cama, antes era un simple sofá. Solo Hermione estaba con un humor peor que el de un duende de Gringotts. Ya que al parecer era la única consciente de que resguardaban bajo techo a un par muy peligroso.
Nuevamente volvía a jugar son su comida. Si aquello continuaba así y los nervios no se marchaban, acabaría desintegrándose por la falta de alimento. No era ni la primera ni la segunda vez que perdía el apetito. Todo comenzó cuando lo conoció a él. Había pasado noches sin alimentarse por su culpa. Con el tiempo lo había superado, pero le volvía a ocurrir.
¿Cómo iba a probar bocado alguno con aquella vista? Tenía entendido que medía un metro ochenta, pero no pensaba que al ser tan flaco el pijama de su padre le quedara tan gracioso. Se dio cuenta de que se asemejaba a las escobas que vestía con prendas de su madre cuando era pequeña y no tenía amigas con quien jugar. En su rostro se dibujó una mueca divertida cuando lo vio aparecer, pero contuvo la risa. Estaba soñoliento y tenía los ojos rojos. Aquel extraño brillo no significaba otra cosa más que llanto. ¿Por qué se hacia el vulnerable?
Sus miradas se encontraron y Hermione se estremeció. No hacía falta que la mirara apenas entraba en la cocina, había distintas opciones mejores que llamaban la atención, ella era una mancha en la pared. Pero no, era en la primera que se fijaba. Con aquel simple contacto visual comenzó a recordar. Las palabras intercambiadas bajo la nieve cobraron sentido, revivieron del lugar más recóndito de su mente, para atormentarla.  
Estaba parada de pie, en medio de tanta gente, perdida. Decía, en la carta, exactamente anden 9 ¾. Pero no encontraba el sitio donde se suponía que debía estar el expreso que la llevaría al colegio. No sabía qué hacer, sus padres la habían dejado esperando, ya que ella les había asegurado saber lo que hacia. Llevaba un rato observando a la gente pasar, despistada. Lo único que temía era que se le pasara la hora y perder el tren. Sin embargo, no sabía qué hacer y si continuaba así jamás lo sabría.
Entonces lo vio. Llamó su atención ya que corría desesperado con una jaula en la mano y un baúl en la otra. Estaba tan ocupado tratando de escapar de algo o alguien que golpeaba a todo el que se metiera en su camino. La pequeña Hermione prevenía que si no se hacia a un lado recibiría un gran golpe. Aunque no pudo moverse, él era su salvación, vestía raro y llevaba lo que especificaba la carta. Más tarde se arrepintió de no haberse corrido del camino del rubio.
El golpe fue seco, provocó que cayera al suelo de espaldas. Por suerte llegó a colocar las manos para frenar la caída y no golpearse la cabeza. Igualmente se lamentó lo torpe que había sido al derrumbarse. Observó desde el suelo como el niño extendía una mano pálida, ofreciéndole su ayuda y la aceptó. Se puso de pie, gracias al impulso del chico, y le sonrió nerviosa. Sus miradas se encontraron y notó las lágrimas en sus mejillas, el brillo rojo...
No tuvo tiempo para preguntar. Aún sosteniendo su mano el rubio comenzó a correr con ella. No entendía cómo había acabado en aquella persecución sin sentido, solo esperaba llegar a tomar el tren a tiempo. Lo que mas le preocupaba era aquel chico que la guiaba. Parecía un pequeño angelito y quería limpiarle las lágrimas y decirle que ella podía ser su amiga, no tenia porque sentirse mal. Algo raro se instaló en su interior mientras corrían juntos.
Se detuvieron bajo la sombra de una columna, donde nadie podía verlos. Sus respiraciones estaban agitadas, sus cabellos despeinados y tenían algunos golpes por haber chocado con personas en el camino. Lo único que le interesaba a la castaña era saber por qué el rubio huía y lloraba. Se acercó a él y le quitó una lágrima que adornaba su rostro. Los ojos color metal derretido la miraron asombrados.
-¿Por qué estás así?
-Estoy bien. ¿Cuándo lo necesite me ayudarás?
Le pareció una contestación rara, estaba visible que el niño no estaba bien en absoluto. Se mordió el labio inferior, insegura. No se imaginaba lo que sufriría él, lo que sería necesitar ayuda en sus situaciones. Temía por lo que tenía que pasar. Estaba enterada de que había padres que trataban mal a sus hijos. Pero el rubio estaba en perfectas condiciones físicas, no sabía qué pensar, qué responder. Se limitó a asentir con la cabeza. Podían llegar a ser amigos en el colegio, parecían tener la misma edad, quizá hasta estudiasen juntos...
-¿Lo prometes?
-¿Qué?
-¿Prometes que me ayudaras cuando te lo pida? A pesar de lo que te exija… A pesar de lo que ocurra entre nosotros… ¿Me ayudaras? Promételo… Por favor…
Una lágrima traicionera escapó de sus ojos. Se apresuró a limpiarla y desviar la mirada. No quería sentirse mal en navidad. Estuvo tentada a gritarse que no prometiera nada, que no aceptara, que volviera a buscar por sus propios medios el anden y le dejara solo. Pero no podía cambiar el pasado, no podía hacer nada al respecto. Todo había pasado delante de sus ojos, como si lo viviera desde una tercera persona. Recordaba que Harry había descrito así a lo que sentía cuando visitaba recuerdos. Pero jamás había utilizado un pensadero. Aquello había sido raro. Ahora que analizaba la situación: él había sabido lo que sucedería, él la conocía, sabía qué era y a pesar de todo le pidió que le prometiera tal cosa, sabiendo que después la trataría peor que a un elfo. Ella era la única tonta allí…
-¡Hermione!-su madre le llamó la atención cuando se puso de pie de repente.
Le repugnaba estar en la misma mesa que Draco Malfoy, después de todo lo que había soportado de él. Salió ignorando las exclamaciones de su madre y fue a encerrarse a su cuarto. Por supuesto que cumpliría la tonta e infantil promesa que había hecho. Pero aquello no implicaba fingir ser agradable con él. Pasaría la navidad en su cuarto. Prefería un Crucio antes que ser amable con el rubio y permanecer en la misma habitación. Sentía un doloroso nudo en el pecho, por su culpa, no podía respirar… ¿Qué le pasaba a su cuerpo?   

Para BellaBlack
Jessica C. Black

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