2.- Tener la conciencia limpia es síntoma de mala memoria.



Abrir los ojos cuesta. Ni siquiera sé qué día es. ¿Es de día ya? Si, el sol da de lleno en mi rostro. Olvidé cerrar las cortinas. No puedo moverme. Sino iría rápido a impedir que la luz ingrese. Observo a mí alrededor y una sensación de vacío se instala en mi interior. Hay algo pesado en mi pecho, que no consigo quitarlo ni con el pasar del tiempo. ¿Cuánto hace desde que no lo veo? Ni siquiera durmiendo puedo apartar mis problemas. Y las otras alternativas son tentadoras pero poco factibles.  
Objetos pequeños, con bastante poder sobre el cuerpo, adorables y tentadores ante la vista de un niño. Las píldoras para dormir tienen bonitos colores. Hay de distintas clases, unas más potentes que otras. Se acumulan sobre la mesita de luz. Me llaman silenciosamente, me piden que las tome todas juntas. Pero el vaso que las acompaña esta vacío. Debería ir hasta al baño a por agua, y el valor que logro acumular se desvanece en esos pasos que doy lejos de las pastillas.
Por el momento las extremidades de mi cuerpo no responden. Se rebelan contra mi cuerpo y no responden. Necesitan de esa persona para funcionar. Mi cerebro intenta reconocer que no se puede tenerlo. Mis ojos no dejan de buscarlo hasta que el corazón sufre punzadas por su ausencia. Y al fin, luego de tanto dolor llega el reconocimiento: No está y no estará. Comienzo a moverme y realizo la rutina de todos los días. Cual robot sin sentimientos.
Otro día sin verlo, es un completo infierno. Me obligo a encerrarlo con llave en un sitio profundo de mi mente. Mientras me dedico a intentar trabajar. Las horas pasan con extremada lentitud. La vida se me hace interminable si no tengo la seguridad de que él forma parte de ella. Es un interminable sufrimiento. Sólo existe un calmante. No pienso aplicármelo. La decisión está tomada y no volveré a esas noches húmedas.
Esperar es una posible solución. El tiempo cicatriza las heridas. No importa cuanto sangre ésta. En algún momento dejará de doler. Y alguien más ocupará ese sitio tan importante. Aún así el tiempo es lo que provoca que duela más. Por que transcurre con tanta lentitud que me hace más consciente de su ausencia.
Sigo soñando con imposibles, sigo deseando que él aparezca y me salve de este malestar. Aunque no quiero ser la princesa encerrada en la torre, desearía que él fuera mi príncipe azul y venga a rescatarme. Ya estoy bastante adulta para estas pavadas. Y no puedo dejar de pensarlas. Algún día me encerrarán en un manicomio por soñadora compulsiva. Quizá allí me proporcionen algo para olvidarlo…
Sin embargo me es inevitable no pensarlo de vez en cuando. Él consigue la manera de escaparse del encierro y vagar libremente por mi cabeza. Hasta me traiciona el inconsciente y me encuentro buscándolo con la mirada. A los ojos de mis amigas finjo estar bien. Paseamos juntas por las calles de la ciudad, para invertir en algo el tiempo libre. Solemos charlar de cosas sin sentido. Intento prestarles atención. Pero mis ojos se desvían. Nunca lo encuentro, y eso es lo mejor. Así podré olvidarlo. O al menos me engaño a mi misma pensando que es posible.
Todo debía ser algo pasajero. No estaba en mis planes involucrarme tanto. Él era celoso, posesivo, no me merecía su amor. No podía devolverle el cariño que el me daba. Sabía a ciencia cierta que necesitaba a una mujer mejor. Yo no era la indicada, sólo lo hacía sufrir. Nos separamos y cada uno siguió con su vida por su lado. Intente borrarlo de mi vida, de todas las maneras posibles. Aunque el quiso corregir sus errores, volver conmigo, yo lo rechacé y lo traté horriblemente. Y luego de años tuve que volver a encontrarlo. Aunque ésta vez era un hombre distinto. ¿Cómo no volver a enamorarme de alguien tan distinto y perfecto?
Entonces se interpone en mis planes. Lo veo a lo lejos. Camina con total naturalidad. Él también va acompañado de su grupo de amigos. Parece mucho más feliz de lo normal. ¿O es todo obra de mi imaginación? Mis amigas también lo ven. Advierten mis claras intenciones de ir a saludarlo y me detienen. No debo. Está mal. Mi corazón lucha por salirse de mi pecho y correr hacia él. Pero mi cuerpo se deja arrastrar por mis fieles compañeras de vida. Es lo mejor, intentó pensar. Aún así me apena tanto. No poder formar parte de sus días, de sus noches, de su vida…
La realidad se estampa contra mí duramente. Es como si me estrellara contra una fría pared. Él no me necesita, no me quiere. Está tan bien sin mí como si nunca hubiera existido para él. Ni siquiera le preocupa por qué no contesté su llamado. No volvió a intentar contactarme. Para él todo anda perfectamente, con o sin mí. Tiene la conciencia bastante limpia. Y no creo que sea porque tiene mala memoria. Él simplemente me ha borrado así sin más. O tal vez nunca he formado parte de ella. Me inclino más por la segunda idea. Solo fui una mujer de entre muchas otras. Cuesta abrir los ojos y enfocar la crueldad que debo vivir…

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