Amor entre hermanos.


Estos son dos fanfic que escribí para el taller de escritura fantástica al cual asisto. La consigna era tomar un personaje y ambientarlo veinte años después. Yo tomé dos personajes de Marvel, de la última película que estrenó hace poco y los llevé veinte años más tarde. Todo porque me enamoré de Tom Hiddleston. El problema es que tenía que escribir un fic, pero terminé escribiendo dos porque el primero no me gustó. A continuación pueden disfrutar quemando sus neuronas y leyendo ambos para luego comentar cuál les gustó más :) 

Basura sentimentalista
En la profunda oscuridad se retuerce un niño. Está sufriendo, no puede mantenerse en pie. El dolor es tan fuerte que lo domina y doblega. Desea con ansias detener aquello. Pero no está seguro, aún no cree que sea el momento de abandonarlo todo. ¿Qué es lo que hace que esos fuertes  sentimientos lo invadan por completo? No tiene la menor idea, o quizá si la tiene y no piensa aceptarla. Jamás creyó que sería tan difícil cumplir con sus ambiciones.
Durante toda su infancia fue tratado con desprecio, arrojado a las sombras de alguien más, obligado a observar cómo su vida era robada.  Por más superior que fuera, sus vanos esfuerzos para superar a su hermanastro siempre fracasaban. Jamás conseguía ridiculizarlo, destruirlo, apartarlo de su camino. En su interior terminaba sufriendo, consiguiendo el rechazo de su padre una y otra vez. Él, que solo ansiaba llegar al trono y gobernar con absoluta libertad, era desterrado. Mientras que su hermanastro lo conseguía todo. Con el paso del tiempo se alejaba de poder cumplir aquel deseo. Y su furia no cesaba de crecer, ahogándolo en maldad pura.
Sus  objetivos siempre habían sido claros. Sólo debía deshacerse de aquel odioso Dios que no hacía más que estorbar en el camino que había decidido tomar. ¡Cómo si fuera lo más sencillo del universo! Con su increíble dominio sobre la magia podía conseguirlo con facilidad, sin dejar lugar a errores. Pero había un obstáculo, algo que arruinaba todos sus planes por más distintos que estos fueran. No importaba cuánto intentase bloquearlo, en un oculto lugar de su inconsciente podía llegar a reconocer que Asgard no era lo mismo sin su poderoso hermano.
¿Entonces por qué lo detestaba tanto? Cada vez que veía aquella melena rubia ondearse con el viento junto a una capa color escarlata, su mirada era eclipsada y su mente se perdía en un agujero negro sin retorno.  No era solo la dorada apariencia de aquel hombre lo que arruinaba sus intentos por eliminarlo de aquella historia. Había algo más, en el corazón de aquel enorme sujeto, que hacía derrumbar todas sus murallas. ¿Por qué tenía que ser tan puro y sentimental? ¿Por qué siempre le perdonaba cuando él  solo le deseaba el mal?  Había bastado que le confesara lo mucho que había llorado su pérdida para casi volver a atraparlo en su red. Pero no iba a permitir que lo engañara con sus trucos de amor fraternal. Él le había robado todo lo que deseaba, se había apoderado de la atención de todos, impidiendo que pudieran verlo. ¡Lo odiaba porque había tenido todo lo que él no!  
Había jurado convertirse en el Dios más poderoso de Asgard, casi lo había conseguido. Luego de tanto tiempo volvía a estar en el Reino, podía lograrlo esta vez. Sin embargo ya estaba cansado de aquello. Su hermano lo miraba con cariño a pesar de todos sus errores y lo había traído de vuelta para que todos lo perdonaran. No entendía la bondad de aquel Dios, pero era sobrecogedora. Estar de regreso en aquel sitio que en un pasado había sido su hogar lo llenaba de recuerdos infantiles e infinitos sentimientos que lo volvían débil. Muy pocas veces, como aquella, debía quitarse el casco y aceptar la derrota.
 Es así cómo acabó en aquel deplorable estado. Está de pie, observando el reino que podría haber sido suyo. Pero en su interior existe un niño que ansía morir, desaparecer. Observa la sonrisa de su hermano, la mano extendida que lo incita a regresar a su lado. Y el pequeño gime en la oscuridad, quiere rechazar aquella invitación porque el rencor y la furia no piensan abandonarlo jamás. 
Pero por otro lado está el Dios indestructible que acepta las cosas tal cual son. Debe reconocer que en su infancia hubo un chico rubio que estuvo siempre para él, con el cual vivió aventuras inolvidables. Sabe que aún que no compartan sangre, él siempre va a ser su hermano y nadie lo apartará de su lado. ¿Piensa seguir dejando que el otro Dios se salga con las suyas? La mejor libertad es cuando te libras de aquello que te hace daño, ¿no? Él intentó deshacerse de eso que lo lastimaba, pero le fue imposible. Entonces tiene que aprender a convivir con aquello, con él. Ya no le importa ser esclavo de los profundos sentimientos que siente por su hermano. Puede dejar el mal, el resentimiento, la envidia y los celos lejos, ya no le servirán. Piensa disfrutar del calor que desprende aquella mano y permitir que su hermano ilumine su mundo, detenga todo el dolor y lo salve por última vez.

El último error: 
Cree que logró escapar. Era una persecución interminable, estuvieron a punto de acorralarlo. Por un instante se vio atrapado, listo para morir bajo aquellas manos de seis dedos. Pero él era el Dios más poderoso de casi todo el universo, no pensaba terminar de aquella manera. Así que juntó todo el poder que le quedaba para ocultarse. Se transportó a un sitio donde jamás lo buscarían:La Tierra.
   Veinte años pasaron desde que intentó dominar aquel planeta poblado de seres arrogantes y rebeldes. Sin embargo su maravilloso plan fue arruinado por un grupo de incompetentes junto a su hermano. Pensar en aquel Dios de cabellera rubia lo hacía cabrear bastante. Mas no podía tensar sus músculos sin sentir un agudo dolor recorrerle todo el cuerpo. Temía que lo encontraran, estaba oculto en un depósito abandonado, aún recuperandose de las heridas que le habían inflingido. Pero no le preocupaba enfrentarse a un humano debilucho. Lo que menos deseaba era que su hermano lo hallara.
¿Por qué lo detestaba tanto? En realidad no tenía un motivo concreto. Lo cierto era que Thor le había robado la vida que él deseaba tener. Se había tenido que conformar con vivir a la sombra de aquel Dios puro y dorado. Todos habían despreciado al hijo ilegitimo que era y le habían negado la posibilidad de alcanzar el trono de Asgard. ¡Por eso odiaba a su hermanastro! Porque cuando todos le miraban con desdén, sus ojos azul profundo le miraban con cariño. A pesar de que no compartían sangre Thor siempre lo había amado como a un hermano. Luego de los fallidos intentos por eliminarlo, él seguía queriendolo y perdonandolo. Era un dolor de cabeza.
-Loki-dijo una voz fuerte como un trueno.
El aludido no tuvo que voltear para reconocer la voz de su hermanastro. Incluso los brazos que lo rodeaban con impulsivo afecto eran familiares para su persona. Hizo varias muecas de asco, que en realidad ocultaban el dolor que sentía en todo el cuerpo e intentó resistirse.
-Vamos, Loki. Volvamos a casa-insistió el grandulón.
Su sonrisa cariñosa, sus ojos brillantes como los de un cachorro. ¿Cómo decirle que no a aquel hombre? Necesitaba recurrir a mucha fuerza de voluntad para ignorarlo y negar de manera seca. No deseaba regresar, porque Asgard ya no era su hogar, nadie le quería allí además de Thor. Y su padre adoptivo no haría más que castigarle, como hacía siempre que estaba de vuelta en el reino. Jamás se repetirían los días en que era un niño y encontraba consuelo en aquel reino mágico junto al amoroso de su hermano. Ahora lo odiaba y no quería estar con él.
-¿Por qué Loki? No quiero volver a perderte. Volvamos juntos-suplicó con su voz grave y lo sacudió provocando que arrugara el ceño.
-Thor...
-¿Qué tiene de malo Asgard? Nos críamos allí, es nuestro hogar...-comenzó a decir el rubio.
-Thor.
-¿Es que me sigues odiando? ¿Qué hice yo para que me odies? ¿Qué tengo que hacer para...-era demasiado tonto y no paraba de hablar.
-¡Thor, para ya!-exclamó Loki con la paciencia hecha trizas.
El mayor se quedó en silencio y observó a su hermano con asombro e interés. Aguardaba a que siguiera hablando. Pero Loki no tenía nada que decir. No iba a volver a explicarle que lo odiaba por quién era, como odiaba a su padre y a todos los asgardianos. No pensaba repetirle que no había nada que pudiera hacer para cambiar aquellos sentimientos que habitaban en su interior. Y ya estaba harto de indicarle que Asgard no era más su hogar. Sin embargo tampoco podía seguir negandose a la petición que le hacía. Debía decir algo antes de que el silencio volviera a llenarse de su estruendosa voz.
-Me duele todo Thor. Volvamos a casa-murmuró con horrible resignación.
La radiante sonrisa que le dirigió su hermano le cosquilleo las palmas de las manos y le produjo escalofríos en la nuca. O era el extenso cabello que le rozaba el cuello lo que lo hacía temblar como una hoja acariciada por el viento de otoño. Quizá solo era el calor corporal del Dios lo que le provocaba repulsión y al mismo tiempo un profundo alivio. Sabía que estaba seguro bajo aquel abrazo protector. Pensaba disfrutar de aquello hasta que el dolor cesara o mucho más tiempo si es que podía. Solo tenía que dejar que lo rescatara por última vez...    
Sophie Black



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