El desgaste del tiempo en un sueño miserable


 El desgaste del tiempo en un sueño miserable
..... 
Extiendo mi mano. Violentamente intento alcanzarlo. El sonido de tu corazón se siente tan lejano. ¿Por qué te vas? ¿Por qué me dejas atrás? No entiendo lo que estoy haciendo mal. Solo puedo ver esa pequeña espalda alejarse, junto a ese oscuro cabello y un bonito vestido que revolotean por culpa del viento. Desprenden ese dulce perfume que conozco tanto. Pero apenas lo alcanzo a sentir. Yo estoy inmóvil, solo te observo, sin poder seguirte. Estoy rodeado de oscuridad, y allí a donde te diriges parece reinar la más pura luz. Me siento perdido sin ti a mi lado, no sé qué hacer.
Comienzo a llorar, las cálidas lágrimas bañan mis mejillas, mi cuerpo tiembla sin parar y mi corazón parece estallar. La impotencia me domina por completo, junto con miles de oscuros sentimientos. Ira, enojo, rabia, me odio por no seguirte o por no dejarte ir. Paso largo rato asimilando lo que sucede. Entonces no puedo contener todo eso dentro de mí y grito.
Un alarido desgarra mi garganta por milésima vez cuando abro los ojos y me encuentro en mi cama, bañado en sudor. Mi respiración agitada evidencia la horrible pesadilla que acabo de tener. Pero lo que más me lastima es ver tu rostro lleno de culpa mirándome desde la otra punta de la cama. Ya no me despiertas como hacías antes, ya no me arrullas para que vuelva a dormir. Te limitas a mirarme con miedo y remordimiento, hasta que digo que todo va bien y vuelves a sonreír. Amo esa sonrisa. Para mí con eso es suficiente. Vuelvo a cerrar los ojos hasta que el sol salga. 
Es otro día como todos los demás. No hago mucho más que regar el jardín mientras me miras, sentada en tu reposera. Observo las flores de diversos colores y recuerdo. Nos conocimos por casualidad, tu sombrero fue secuestrado por el travieso viento y lo trajo a mis pies. Aquel violento aire que se arremolina sobre nosotros, te condujo a mí. Desde ese entonces, por obra del destino, comenzamos a salir. Nos conocimos hasta el punto de enamorarnos perdidamente el uno del otro. Era un día soleado como hoy, cuando te pedí que fueras mi esposa, la madre de mis hijos, mi compañera durante la eternidad. Y así es como hoy seguimos juntos.
El tiempo pasa rápido cuando rememoro viejos tiempos y tú no dices nada. A veces hay visitas que me regañan por vivir del pasado. Pero ya no vienen tan seguido como antes, solo estamos nosotros dos en esta enorme casa de campo. Vuelvo a sumergirme en mi memoria mientras preparo la cena. Antes preparaba enormes cantidades de comida, a la mesa me esperaba un cálido ambiente familiar conformado por mis hijos y mi esposa. Ahora hace años que no veo a los niños que crié con tanto amor, se cansaron de decirme que abandonara el ayer. Solo cocino para mí mismo, una triste cantidad de comida. Porque tú ya no comes de noche, aludes haber comido durante el día cuando yo nunca te he visto. Entonces ceno junto a tu dulce compañía e ignoro el dolor en tus ojos cuando me miras.
Intenté conversar contigo, en vez de volver a aislarme en mis pensamientos. Hacía mucho que no charlábamos. Solo deseaba oír el sonido de tu voz. Pero te hice enfadar. No sé qué dije para que me miraras de aquella manera y te marcharas. Lavo los platos mientras intento descifrar el error que cometí. Sé que tú estás en la sala, has encendido el tocadiscos y esa música clásica que a ti tanto te gusta inunda la casa. Una vez que acabo de limpiar me acerco por detrás y toco tu mano. Ni la piel ni la temperatura son las mismas que yo conocía. Capas de incertidumbre lo envuelven todo. Pero no me importa en absoluto, sostengo con firmeza tu cintura y te llevo al centro de la sala, moviéndonos al compás de la música.
—¿Qué estás haciendo? —me preguntas después de tanto tiempo sin dirigirme la palabra.
—Bailar —contesto—.Sólo se trata de bailar, ¿no?
Una sonrisa traviesa se dibuja en mis labios y eso te enfada bastante, lo noto.
—¿Lo decís en serio? Si es una broma, no me causa ninguna gracia —reprochaste.
 Tus mejillas arreboladas demuestran el enojo que tienes, pero una sombra de tristeza en tus ojos me hiere profundamente. ¿Por qué sufres tanto si soy yo el que debería estar atormentado? Y es que en verdad lo estoy. No quiero aceptarlo pero así es. Me suplicas que acabe con todo esto, pero no puedo. Me rehúso a hablar en serio, a enfrentar la realidad.
Si solo hubiese esperado un poco más, si no te hubiese buscado y sacado a bailar, las cosas quizás habrían resultado muy diferentes. Podría haber durado todo por más tiempo. Era injusto, pero tenía que aceptarlo. Me llevó muchos años, pero lo conseguí.
—Estás muerta —dije, aceptando la realidad.
—Ah, te diste cuenta —esa es tu respuesta.
Sonríes con amargura y luego bajas la mirada. Apenas llego a oír tu susurro:
—Lo lamento.
Entonces la tristeza se hace a un lado para que la ira me haga compañía. ¡No lo digas, no digas que lo lamentas! Eso quiero gritarte pero no puedo. Aprieto con fuerza tu cuerpo, te sujeto en un último abrazo y me marcho. Ni siquiera me preocupo por buscar un saco, tengo que irme de esa casa, alejarme. Intento cerrar la puerta, pero ésta no cierra bien. Bueno, yo la cerraba, pero se abría sola.
—¡Deja de jugar conmigo! —reclamo al aire, pensando que son obras tuyas.
Sin embargo la puerta tiene vida propia, quiere retenerme allí y no pienso permitirlo. Abandono la casa sin preocuparme por nada más. Sé perfectamente adonde tengo que ir. El cementerio queda a un kilometro y no me importa caminarlo. No recuerdo cuándo tomé la pala, pero la sujeto con firmeza mientras el viento me golpea. Pareciera que quiere detenerme, evitar que cometa otro error, pero es demasiado tarde y estoy solo. No hay nadie para evitar que comience a cavar con desenfreno junto a la lápida que lleva tu nombre. No descanso hasta golpear la caja en la que estas encerrada. ¿En qué estoy pensando?
Ya estoy llorando antes siquiera de abrir el ataúd. Y cuando al fin te tengo en mis brazos, te liberé de ese horrible encierro, caigo en la cuenta de que no estoy llorando solo. El cielo comenzó a derramar lágrimas sobre nosotros. Apenas puedo leer el año de tu muerte y preguntarme cómo viví tanto tiempo alejado de ti. El dolor es tan profundo e insoportable que no siento el agua estrellarse sobre mi cuerpo o el frío calar mis huesos. Solo imagino tu calor y no quiero soltarte.
Estoy en el fin del mundo, de ese mundo plano y lineal, con un camino único. Revivo mis recuerdos mientras me abandono a merced de la inconsciencia. Quizá vuelvo a soñar o en realidad despierto, ya no estoy dentro del sueño que yo comencé, desde esa noche que te perdí. Ahora todo es distinto. Extiendo mi mano y logro sujetarte. Me obsequias una sonrisa sincera y alegre mientras nos dirigimos hacia la luz. 



Esto iba a ser una historia de terror. Pero acabó así. Quizá fue una manera de expresar lo que es el verdadero amor, o lo que es la vida de uno con el paso del tiempo. Tal vez incluso lo hice pensando en mis abuelos. Pero esto es lo que salió. Ah, y lo escribí inspirada en dos canciones de Gackt: Ghost y Mizerable. Espero les haya gustado...
 Sophie Black


2 comentarios:

  1. Me gusto mucho! Casi me hizo llorar, sigue así. La ame, en un momento pensé que era sobre nuestros abuelos... Pero me encanto de todas formas.

    ResponderEliminar
  2. Has creado una historia siguiendo unos sentimientos tan profundos que hace que la empatía aún sea mayor y hagas que me meta y que realmente yo sea aquella mujer que se moja mientras se ve morir junto a él, realmente no puedo describir ni con una pizca de halago por una obra como esta, espero leerte más y espero que me leas con el fin de mejorar nuestros puntos de vista.

    ResponderEliminar

Un suspiro del alma... Solo eso te pido...