Bueno, este es el mismo ejercicio que el anterior en el que tenía que utilizar las frases. Nuevamente las use una al principio y otra al final de cada párrafo. Así que me re compliqué... Espero que les guste!
¿Puedo tenerte esta noche?
El de
cabello rubio ya no me gustaba nada. Lo había encontrado atractivo a primera
vista. Pero en cuanto se acercó a ella lo taché de mi lista. Es más, llamé al
barman y le pedí el trago más fuerte que tenía. ¿Iba a servir de algo? Podía
fingir que el alcohol surgía efecto y me ayudaba a ignorar a aquel par de
imbéciles que disfrutaban en contra de mi felicidad. Sin embargo sentía
claramente las miradas furtivas que me dirigía ella, cuando creía que yo no
estaba atento. Actuaba bien. Casi había
logrado engañarme.
Nos reconocimos y disimulamos, no resultaba
conveniente que los demás nos vincularan. Ella era una mujer de alta clase que
se quitaba su perfecta máscara en aquel bar de mala suerte, solo para colocarse
otra. Yo había sido uno de los numerosos hombres que la deseaban o que deseaban
su dinero y quizá algo más. Pero fui el único que supo cómo llegar a ella. Lo
hice una sola vez, ya que no pensaba ser su juguete personal. Podía conseguir
lo que buscaba de otras fuentes. Ya me había dejado utilizar y comprobé que no
era nada agradable. Ahora tenía otro estilo de vida. Abrí la puerta, salí a la
calle y respiré hondo. Algo en el mundo había cambiado.
Era
fuerte y nunca le importaba lo que pensaran los demás. Lo demostraba claramente
al seguirme fuera de aquel sitio, dispuesta a enfrentarme. Yo ni siquiera me
había atrevido a acercarme a donde estaba coqueteando con el rubio. Mi enorme
orgullo me había impedido ir y soltar algún comentario mordaz. Pero ahora que
sentía su característico perfume a mis espaldas una sonrisa socarrona se
dibujaba en mis labios. Aunque en el interior deseaba llorar por mi mala
suerte. Ella caminaba detrás mío, en silencio, esperando a que le hiciera
alguna señal. Podía sentir el repiqueteo de sus tacones, música para mis oídos.
Aquel sonido era el último que había oído esa noche antes de apartarla de mi
vida. Junto con el doloroso ruido de la lluvia al caer. ¿Extrañaba ese momento
que atesoraba en mi memoria? El cielo nos lo devolvió: pequeños agujeros en las
nubes los dejaron caer.
Ella tenía una manera única de manifestar lo
que no le gustaba. Por eso mismo adoraba hacerla enfadar. Esta vez no había
sido obra mía, pero aún así me llenaba de alegría verla en aquel estado de
descontrol. Chillaba y maldecía contra todo el mundo, incluso hacía gestos y
acciones dignos de una niña caprichosa. En esos momentos, cuando no se
preocupaba por fingir ser alguien más, era cuando mi corazón se detenía. O eso
creía yo. Me miró con ojos suplicantes y
entendí sus palabras silenciosas. La
había esperado tanto. Y podía seguir esperándola, pero ella parecía estar
lista. Un día. Una semana. Un mes. Un año. A mí me daba lo mismo. El tiempo no
era mi medida.
Vestía de negro y asustaba con sus movimientos.
Al menos al principio había creído así. Hasta que la conocí. Descubrí que el
negro era un color hermoso y resaltaba sus ojos claros. Aprendí que sus
movimientos mantenían a todos lejos de ella, pero que yo podía ser la excepción
a la regla. Me dejé dominar por sus encantos, conocí tanto sus falsedades como
verdades. La hice mía por una noche. Y como en aquel entonces, la volví a
llevar a mi pequeño departamento. Allí arrojamos las prendas y máscaras a un
lado. Estábamos perdidos y nos encontramos.
Ella sacó el dinero y yo no lo acepté, me puse
molesto. No era justo que una vez acabada la tormenta ella hiciera de cuenta
que todo había sido un sucio negocio. Recordaba haber aceptado el dinero la
primera vez, pero por mera obligación. Ahora todo podía ser distinto, no teníamos
que seguir fingiendo. Quería romper todos sus disfraces, quebrar aquellas
múltiples caras que le gustaba adoptar. Pero era un cobarde. Podíamos brillar una noche, pero luego la
magia se extinguía. Fuegos artificiales. Eso éramos: algo luminoso y colorido
que explotaba a la vista de todos.
Ella era una mujer difícil de conformar pero
fácil de engañar. Por más que el tiempo pasara y la distancia entre nosotros se
alargara como un espantoso chicle, ella jamás descubriría la verdad. Es por eso
que no me molestaba en complacerla. Podía caer una vez, dos veces, pero nunca
admitir mis sentimientos. Por más hermosa que fuera, no la complacería, no me
arrodillaría ante ella. O eso pensaba mientras corría esquivando valijas y
sorteando policías. La alcancé en el aeropuerto
y le grité que la amaba. No hubo escena romántica: ella me escupió.
¿Qué más se necesitaba para convencerla?
Sophie Black
Hola Jesica me gusto mucho esta otra historia por momentos me traia recuerdos de un estilo de novela policial o de triller negro disculpa si no es lo que quisiste transmitir es lo que me precio me hice muchas imagenes mientras leia y algunas se trasponian a lo que venia imaginando de golpe jaja y me quedaba buscando la imagen a segir hasta que otra vez en la lectura iva tomando forma para otra vez tirar todo por la borda como en un sueño que viene todo normal y de repente estas en otro lado sin aviso pero al mismo tiempo se te hace normal eso muy bueno me gusto mucho Jesica Black un saludo ya segire leyendo otras historias me gusta escribir tambien pero soy muy colgado jajaja bueno un gusto leér tu blog :)
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